Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
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La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La palabra escoliosis proviene del griego y significa curvatura. No está considerada una enfermedad, sino una deformidad tridimensional y por este motivo la Scoliosis Research Society (SRS), la sociedad para el estudio de la escoliosis, la define como una curvatura lateral de la columna vertebral con rotación de las vértebras dentro de la curva de más de 10 grados de ángulo de Cobb.
Es importante distinguir la escoliosis estructurada de la actitud escoliótica. En la escoliosis estructurada, la columna sufre una desviación lateral –ángulo de Cobb, método utilizado para medir deformidades de la columna vertebral– y una deformación en rotación que será medible con el test de Adams y un escoliómetro. En la actitud escoliótica, la desviación lateral no presenta rotación vertebral y se puede corregir a través de la educación postural.
La escoliosis, a su vez, se divide en idiopática y secundaria. La escoliosis idiopática es aquella en la que no se puede establecer una causa.
La escoliosis idiopática del adolescente es una alteración estructural en tres dimensiones, con desviación lateral y en rotación de la curvatura de la espalda, que afecta la salud de los jóvenes alrededor de la pubertad. Su diagnóstico se establece por exclusión de otras causas de escoliosis, como por ejemplo malformaciones vertebrales, alteraciones neuromusculares o alteraciones sindrómicas. Estas son las escoliosis denominadas secundarias.
La escoliosis idiopática se clasifica según edad de aparición: infantil (0-3 años), juvenil (3-10 años) y del adolescente (mayores de 10 años).
La escoliosis idiopática afecta a entre un 2% y un 3% de los jóvenes de los 10 a los 16 años (edad de riesgo). Recientemente, en China se ha detectado que hasta un 5,14% de niños entre estas edades la padecen.
En la escoliosis, a medida que aumenta la curva, disminuye la incidencia. Las escoliosis con curvaturas superiores a los 20 grados afectan a entre un 0,3% y un 0,5% y se estima que la proporción de pacientes que requieren tratamiento quirúrgico no supera el 0,1%.
La detección de la escoliosis se hace generalmente por el test de Adams que consiste en la inclinación del tronco hacia adelante y la visualización de una “joroba” que se mide con el escoliómetro. Sin embargo, el diagnóstico definitivo no se puede hacer sin medir el ángulo en una radiografía de pie.
Las escoliosis secundarias más frecuentes son las asociadas a enfermedades neuromusculares. A veces, el primer indicio de algunas de estas enfermedades es la escoliosis y hasta que esta no se manifiesta puede parecer que sea idiopática, pero en realidad es secundaria.
Niños y adultos de todas las edades.
El pediatra es capaz de detectarla y el especialista de rehabilitación será el encargado de realizar el diagnóstico y los controles, además de asesorar en el tratamiento, conjuntamente con el técnico ortopédico y el fisioterapeuta del equipo que hace el seguimiento y acompañamiento de la evolución de esta deformidad.
En adolescentes, se previene la progresión de la curva a través de un tratamiento conservador basado en la observación y la colocación de un corsé corrector si la curvatura progresa y supera los 25 grados.
Para tratar curvas pequeñas y de bajo riesgo de progresión se recomienda la fisioterapia.
Solo se aplica tratamiento quirúrgico en casos concretos como adolescentes que tengan una curva primaria estructurada mayor de 45 grados y adultos que no responden al tratamiento conservador.
Para diagnosticar la escoliosis se realizan pruebas de imagen como la radiografía convencional. A través de ella se puede además cuantificar con precisión el número de grados de la curvatura. Si se asocia otra clínica a la deformidad se solicitará una resonancia magnética.
La poliomielitis es una enfermedad muy contagiosa producida por cualquiera de los tres serotipos del poliovirus humano, que forma parte de la familia de los enterovirus. Europa fue certificada como libre de poliomielitis en junio de 2002. La inmunización y vigilancia de la enfermedad continúa garantizando que se mantenga libre de poliomielitis. El síndrome pospolio no tiene un mecanismo causal definido, pero puede afectar entre el 20 % y el 80 % de los pacientes aquejados de poliomielitis.
Los síntomas iniciales son los propios de un cuadro pseudogripal (fiebre, cefalea, dolores articulares y musculares, vómitos, entre otros) y pueden durar hasta 10 días. En sus formas más graves puede llegar a producir una parálisis respiratoria que conduce a la muerte. El síndrome pospolio presenta una nueva debilidad neurológica que puede ser progresiva o abrupta sobre músculos afectos previamente o sin afectación. Puede o no acompañarse de nuevos problemas de salud como son la fatiga excesiva, dolor muscular, dolor articular, intolerancia al frío, disminución de la resistencia física, de la función y atrofia.
Afecta principalmente a los niños y el mecanismo de transmisión puede ser vía fecal-oral o a través de un vehículo común (agua o alimentos contaminados).
El síndrome pospolio afecta a pacientes con 20 años o más de evolución de poliomielitis.
Es un diagnóstico clínico complementado con pruebas de laboratorio y electromiografía (EMG).
Tratamiento sintomático con analgésicos, respirador en el caso de ser necesario, ejercicio suave y posibilidad de aparatos ortopédicos para evitar deformidades o facilitar la función.
En diagnóstico agudo el estudio de secreciones, heces y líquido cefalorraquídeo. EMG en la fase aguda y posterior para llegar al diagnóstico del síndrome pospolio.
La poliomielitis no tiene cura, pero es prevenible por medio de la vacunación.
La parálisis cerebral comprende un grupo de trastornos del movimiento, la postura y el tono del cuerpo, que se producen después de una lesión estática en un cerebro en desarrollo (niños hasta los tres años aproximadamente). Es un grupo muy heterogéneo con respecto a la severidad del cuadro: hay pacientes que pueden andar y llevar una vida autónoma, pero otros presentan discapacidades más importantes. Además, puede asociar retraso cognitivo, alteraciones visuales y auditivas, dificultades en la alimentación, epilepsia...
Se pueden dividir en función del momento en que aparece la lesión en el cerebro: prenatal, perinatal y posnatal. Las causas más frecuentes actualmente son: prematuridad importante, las anoxias cerebrales durante el parto y los ictus infantiles.
En el caso de los bebés, se evidencia un retraso en el desarrollo psicomotriz, con dificultades para realizar movimientos o actividades. Suele aparecer espasticidad, que se definiría como un aumento del tono de un determinado grupo de músculos. Son muy importantes las deformidades musculoesqueléticas, entre las cuales destacan desviaciones del raquis, luxaciones de cadera y pie equino.
Es fundamentalmente clínico, en función de los antecedentes del paciente. Pero se necesita confirmación a través de pruebas complementarias de imagen como pueden ser la ecografía y la resonancia cerebrales. No obstante, estas pueden ser normales.
Desgraciadamente, no hay una cura para la parálisis cerebral. Sin embargo, podemos abordar esta patología desde diferentes vertientes, sea como prevención o como tratamiento:
No se puede llevar a cabo una prevención específica.
Aparte de los tratamientos de fisioterapia y /o terapia ocupacional que se puedan ofrecer o recomendar a estos pacientes, siempre se propone la realización de actividad física en función de las posibilidades de cada persona. Asimismo, se aconseja la realización de estiramientos de ciertos grupos musculares e intentar proporcionar un adecuado control postural.
La zona lumbar de la espalda es la que soporta el peso de la parte superior del cuerpo y permite la movilidad del tronco en flexoextensión. La mayoría de los dolores lumbares son consecuencia de lesiones musculares o que afectan a los ligamentos, articulaciones o discos. El dolor lumbar es el que se sitúa en la parte inferior de la espalda y que puede o no asociarse a dolor irradiado a las extremidades inferiores, con o sin sensación de adormecimiento. La mayoría de las veces, el dolor lumbar agudo se produce por una causa muscular o ligamentosa y es autolimitado, aunque no por ello menos incapacitante. Casi siempre está provocado por lesiones musculares o que afectan a los ligamentos, articulaciones o discos.
Se define dolor lumbar crónico como el que persiste durante más de tres meses, y supone una de las causas más frecuentes y costosas de problemas musculoesqueléticos en la sociedad moderna. Se ha descrito que hasta un 80 % de la población adulta sufrirá de dolor lumbar en algún momento de su vida. Entre las causas más comunes de dolor lumbar crónico se encuentran la enfermedad discal degenerativa, artrosis lumbar, espondilolistesis, disfunción facetaria, hernia discal, estenosis de canal lumbar, secuelas de traumatismos, deformidad, etc.
Dolor en la zona baja de la espalda, generalmente de características mecánicas.
Puede afectar hasta a un 80 % de la población. Generalmente, cuando se trata de población joven, la causa es traumático-inflamatoria, mientras que en la población de edad avanzada la causa suele ser degenerativa.
La historia clínica y la exploración física del paciente son las herramientas principales para el diagnóstico. Las pruebas de imagen lo complementan y ayudan en el momento de plantear tratamientos invasivos.
Reposo relativo, calor local, medicación y modificación de la actividad. Una vez superado el episodio doloroso agudo, se plantea el tratamiento de rehabilitación con fisioterapia y escuela de espalda. Existen casos en los que las causas del dolor tienen una indicación quirúrgica, por lo que, tras agotar las posibilidades terapéuticas conservadoras, se interviene.
Radiografías, tomografía y resonancia magnética.
Ejercicio regular y corrección de la postura.
La artrosis u osteoartrosis es un proceso degenerativo marcado por la lesión del cartílago de las articulaciones. La articulación es el área donde un hueso se conecta con el otro para permitir el movimiento. El cartílago es un tejido que recubre las articulaciones y hace de amortiguador de la carga y del impacto y permite el movimiento de las articulaciones sin fricción. Habitualmente, se encuentra en la columna lumbar, cervical, cadera, rodillas y manos.
La manifestación más frecuente es el dolor que mejora con el reposo, la rigidez al iniciar el movimiento, deformidad y dificultad para mover las articulaciones afectadas. Puede haber un cierto grado de inflamación, que causará tumefacción por acumulación excesiva de líquido en la articulación.
No obstante, debe distinguirse de la artritis, que es una enfermedad inflamatoria reumática donde el problema radica en la inflamación articular y que provoca un dolor que no mejora con el reposo. El hecho de que en inglés la artrosis se llame osteoarthritis puede dar lugar a confusión.
Es muy prevalente y genera un impacto sociosanitario elevado. El estudio EPISER2016, de la Sociedad Española de Reumatología, mostró una prevalencia en la población a partir de los 40 años del 29%.
La edad es el principal factor de riesgo. Es más frecuente en mujeres. El desgaste del cartílago está claramente asociado a la obesidad y a la falta de ejercicio físico regular. También predispone tener una alteración en la alineación articular/postural. A veces, la causa proviene de una lesión traumática u otros trastornos previos en la articulación afectada. Tiene un componente genético (especialmente la artrosis de las manos).
El diagnóstico se obtiene a partir de los síntomas, la exploración física y pruebas de imagen.
Tiene como objetivo mejorar los síntomas y la calidad de vida y retrasar la evolución. Debe ser individualizado para cada paciente y tipo de articulación.
El tratamiento no farmacológico es fundamental. Se recomienda:
El tratamiento farmacológico consiste normalmente en analgesia convencional, como el paracetamol, que será el tratamiento analgésico de elección. Hay tratamientos de acción lenta, como el sulfato de condroitina (vía oral) o el ácido hialurónico (infiltración), que tienen cierta eficacia en la mejora del dolor, especialmente en la artrosis de rodilla. La cirugía (prótesis) se reserva para casos en los que la articulación está muy destruida y las otras medidas han fracasado.
La Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es la enfermedad degenerativa de las neuronas motoras más frecuente en el adulto. Se la conoce también como enfermedad de Charcot en honor al famoso neurólogo francés Jean-Martin Charcot quien la describió en 1869. En Norteamérica la denominan enfermedad de Lou Ghering, dedicado a un famoso jugador de beisbol que falleció a la edad de 38 años a consecuencia de esta enfermedad.
La Esclerosis Lateral Amiotrófica se manifiesta en forma de parálisis progresiva que va afectando a la mayoría de músculos, incluido el diafragma. La esperanza de vida es inferior a 5 años. Excepcionalmente, pueden observarse supervivencias mayores, sobre todo si se ofrecen dispositivos de ventilación artificial.
La ELA es una enfermedad neurodegenerativa producida por la muerte de las neuronas motoras del cerebro y de la médula espinal.
Hay dos variedades de neuronas motoras: superiores e inferiores. Las primeras se encuentran en la corteza motora y establecen conexiones con las neuronas motoras inferiores localizadas en tronco del encéfalo y médula espinal encargadas de inervar los músculos. Cuando las neuronas motoras superiores mueren aparecen espasticidad, debilidad e hiperreflexia.
Cuando lo hacen las neuronas motoras inferiores aparecen fasciculaciones, debilidad y atrofia muscular. Otras poblaciones neuronales también pueden afectarse, tales como los circuitos temporales y circuitos frontales conductuales-ejecutivos
Epidemiológicamente, la ELA tiene una incidencia de 1,5-2 nuevos casos por año por cada 100.000 habitantes (se diagnostican 3 nuevos casos por día en España). El número total de casos, es decir su prevalencia, es de 3-5 por 100.000). Según estos datos, el número total de pacientes con ELA en España es aproximadamente de unos 4.000 casos. Por este motivo se la incluye en el grupo de enfermedades raras o minoritarias.
El 90% de los casos de ELA son esporádicos (sin antecedentes familiares). Alrededor del 10% de los casos de ELA son familiares, generalmente hereditarios como rasgos dominantes. La incorporación de las nuevas técnicas de Genética Molecular en el ámbito de la Investigación ha permitido identificar a más de 25 genes implicados.
Como consecuencia de la disminución continua de neuronas motoras aparecen los primeros síntomas de la enfermedad. Éstos acostumbran a depender de la localización de las neuronas motoras en proceso de degeneración más avanzado. En la mayoría de pacientes (70%) el primer síntoma consiste en una pérdida de fuerza con atrofia muscular en la mano o bien torpeza durante la marcha con caídas frecuentes. Aproximadamente en el 25% de los pacientes, el síntoma inicial consiste en problemas en el habla o dificultad para tragar, lo que indica que la población de neuronas motoras bulbares en proceso degenerativo es la más intensa. También hay otras posibilidades de presentación clínica de esta enfermedad, aunque mucho menos frecuentes: insuficiencia respiratoria, pérdida de peso o astenia de causa inexplicada, calambres y fasciculaciones en ausencia de debilidad muscular, espasticidad en piernas, labilidad emocional o deterioro cognitivo.
En fases avanzadas de la enfermedad pueden paralizarse también los músculos oculares. En las etapas finales de la enfermedad, la parálisis de los músculos respiratorios conduce a insuficiencia respiratoria que suele ser la causa de fallecimiento.
La enfermedad afecta, especialmente, a personas de edades comprendidas entre los 40 y 70 años. La incidencia es algo mayor en los hombres (3,0 H versus 2,2 M por 100.000) en las formas esporádicas. La edad de aparición de los primeros síntomas alcanza su valor más alto (pico) en la franja comprendida entre los 58-63 años en los casos esporádicos y entre 47-52 años en las formas familiares. La incidencia disminuye marcadamente después de la edad de 80 años. El riesgo de padecer ELA es de 1:400 para mujeres y de 1:350 en los hombres.
La heterogeneidad en la forma de manisfestarse la ELA es una de las dos razones del retraso en la sospecha diagnóstica de la enfermedad, que puede alcanzar hasta 15 meses. La otra es que no disponemos de ningún test ni tampoco de biomarcadores que confirmen objetivamente el diagnóstico en las etapas iniciales de la enfermedad. El diagnóstico de ELA es un diagnóstico de exclusión, fundamentado en criterios clínicos y en la realización de pruebas (RM, análisis clínicos, test genéticos, EMG, EMTC, estudio neuropsicológico, técnicas de Medicina Nuclear, y otras) para descartar otras enfermedades con hallazgos clínicos parecidos. En la mayoría de Unidades especializadas en ELA, se utilizan como criterios diagnósticos de la enfermedad los de El Escorial revisados y los de Awaji-shima.
En la actualidad no disponemos de ningún medicamento capaz de curar o parar la enfermedad. Riluzole y Edaravone son los únicos medicamentos aprobados para el tratamiento de la ELA, aunque el efecto sobre la supervivencia es moderado (meses).
Las asociaciones europea (EFNS) y americana (ANA) de Neurología recomiendan que la atención de los pacientes con ELA sea en centros especializados, a ser posible en Unidades Multidisciplinarias, que permitan anticiparse a las complicaciones. Estas Unidades deben ofrecer soluciones para controlar los síntomas, incluidos el uso de alimentación a través de sonda de gastrostomía, control de secreciones salivales, dispositivos para ayudar a la tos (cough-assist), respiradores para recibir ventilación mecánica, tecnología para mejorar la capacidad de movilizarse y facilitar la comunicación en aquellos pacientes que perdieron la capacidad del habla.
Estas Unidades Multidisciplinares son los centros preferidos por los promotores de ensayos de nuevos medicamentos.
La realidad es que actualmente no existe ningún tratamiento efectivo, aun así pacientes y familiares buscan desesperadamente en internet fármacos milagrosos capaces de curar su enfermedad. Con el objetivo de proteger a estos pacientes de la numerosa oferta publicitada nace ALSUNTANGLED, un grupo constituido por 80 expertos mundiales en ELA. Su misión es revisar la veracidad y seguridad de aquellos tratamientos alternativos ofertados por internet y que no han seguido los procedimientos regulatorios sanitarios. Publica sus resultados en la revista oficial de la enfermedad y en su página web.
Técnicas de diagnóstico por imagen (RM, TC, PET), Electrofisiología (EMG, EMTC, PESS), Laboratorio de análisis (hematología, bioquímica, anticuerpos, hormonas, enzimas, serologías, anticuerpos, genética), pruebas funcionales respiratorias, gasometría, pulsioximetría, pulsioximetría nocturna, capnografía, BMI, calorimetría, punción lumbar, escala funcional para la enfermedad (ALS-FRS-R). Excepcionalmente, puede ser necesaria una biopsia muscular. Es aconsejable realizar un ingreso para agilizar todas las pruebas y ofrecer un informe al alta detallando categoría de diagnóstico de ELA y grado de repercusión funcional (ALS-FRS-R).
Aunque se han propuesto múltiples factores de riesgo ambientales (geográficos, profesionales, hábitos alimenticios, proximidad a centrales eléctricas, contacto con pesticidas u otros productos neurotóxicos) no existe consenso sobre medidas preventivas a tomar.
En las formas familiares es posible ofrecer consejo genético a los miembros con deseo de descendencia.
Durante la historia natural de la enfermedad suelen aparecen complicaciones que deben prevenirse y tratarse. Entre las más importantes destacan desnutrición, insuficiencia respiratoria, sialorrea, espasticidad, dolor, pérdida de autonomía para desplazarse y para comunicarse, depresión, ansiedad, trastornos del sueño, úlceras por decúbito, déficits cognitivos y sobrecarga de los cuidadores.
La lesión medular aguda, tanto en el adulto como en el niño, es un problema de salud complejo y relevante, que impacta negativamente sobre la persona que la sufre en términos de mortalidad y morbilidad, pero también sobre su entorno personal.
Los síntomas principales son los derivados de la parálisis motora y la ausencia de sensibilidad por debajo del nivel de lesión, también y especialmente por afectación del sistema nervioso autónomo, que produce alteración del aparato cardiovascular y respiratorio, del tracto urinario con alteración por la capacidad de almacenaje y evacuación de la orina, del aparato digestivo dando lugar a estreñimiento severo, incontinencia e impactación fecal, así como alteraciones sexuales.
El tratamiento es la rehabilitación integral, dirigida a instaurar un tratamiento precoz, una vez producida la lesión medular aguda, para prevenir las posibles complicaciones y lograr la mayor autonomía funcional: física, emocional y social. Restablecer la autoestima potenciando las capacidades preservadas; favorecer la mejor reinserción social posible (activa, independiente y satisfactoria), e informar y asesorar en el entorno familiar en la comprensión y el manejo de la nueva situación de discapacidad.
La prevención de la lesión medular compleja está dirigida, en el caso de los jóvenes, a evitar las prácticas de riesgo: conducción temeraria o bajo los efectos del alcohol y las drogas, zambullidas en aguas poco profundas y deportes de riesgo como escalada, BTT o esquí; y en adultos, especialmente de la tercera edad, eliminación de elementos de riesgo para prevenir las caídas, como alfombras o subir alturas, utilizar bastones y el control de los fármacos que reciben para evitar crisis de ortostatismo que pueden producir caídas.
La enfermedad de Parkinson es una disfunción de los ganglios basales causada por la degeneración de las células productoras de dopamina en la sustancia negra. La función normal de la sustancia negra se sintetizará y segregar diferentes neurotransmisores para un acompasamiento entre movimientos voluntarios e involuntarios. Cuando este equilibrio se rompe, aparecen el temblor y la rigidez.
Es una enfermedad neurodegenerativa progresiva del sistema nervioso central que afecta estructuras del cerebro encargadas del control y la coordinación del movimiento, del mantenimiento del tono muscular y de la postura. Se caracteriza por afectar a la movilidad involuntaria de los movimientos y temblor de las manos en estado de reposo que desaparece al hacer un movimiento voluntario o cuando hay una profunda relajación en el sueño. También están presentes la rigidez y el desequilibrio y la pérdida progresiva de la mímica facial.
La prevalencia de enfermos de Parkinson en Cataluña es de 229 por 100.000 habitantes.
Está enfocado a dar poder a los pacientes y sus cuidadores para lograr cambios de comportamiento en su autocontrol y motivarlos para que sigan el tratamiento a largo plazo. También a reducir la medicación y ganar calidad de movimiento. El principal objetivo es la independencia funcional del individuo y la forma física general desde el inicio de la enfermedad. Todo para poder minimizar las complicaciones secundarias y el riesgo de caídas.
El tratamiento con el fármaco levodopa permite recuperar muchas de las funciones deterioradas o perdidas a causa de la enfermedad. Pero su efecto transitorio y fluctúa; cuando termina la medicación el paciente se encuentra bien, en ON y cuando se le acaba el efecto se encuentra en OFF y los síntomas reaparecen.
Hay otros tratamientos farmacológicos y neuroquirúrgicos, como estimulación eléctrica de partes del cerebro mallado, a través de estereotaxia con ultrasonidos, ahorrando la trepanación y cirugía.
Crece el número de estudios que enfatizan que el ejercicio aeróbico podría tener un efecto neuroprotector. Por otro lado, durante el tratamiento se insiste en la prevención de la inactividad, de las caídas y del miedo a moverse o caer.
La artrosis es una enfermedad que causa el deterioro del cartílago articular, que es la cubierta que desarrolla el hueso para protegerse del desgaste que le provoca el funcionamiento de la rodilla. Una vez que se ha iniciado este deterioro, la evolución es progresiva. En fases avanzadas de la enfermedad, este deterioro causa dolor e impide al paciente andar o estar de pie con normalidad, y en la actualidad no hay medicamentos para detener el deterioro en estas fases.
Cuando el dolor no se puede controlar con los analgésicos habituales, se debe realizar una operación de reemplazo total de rodilla, también conocida como PTR.
Los objetivos de la cirugía de reemplazo de rodilla son:
En la cirugía, se sustituyen las superficies articulares que sufren la pérdida de cartílago por un implante artificial hecho de cromo, cobalto o titanio.Una vez que se extrae la parte afectada, se coloca el implante metálico y se fija en el hueso con cemento.
En el Hospital Vall d'Hebron practicamos hasta 500 intervenciones de prótesis de rodilla al año.
La atención precoz por parte de neurólogos expertos y el ingreso en unidades especializadas reducen significativamente la mortalidad y la dependencia a largo plazo de las personas que sufren un ictus agudo. Por eso, es fundamental, ante una sospecha de ictus, llamar al 112 y seguir las pautas indicadas para ser atendido en el hospital adecuado.
También es importante hacer constar con la mayor exactitud posible el momento de inicio de los síntomas. Si el paciente no puede dar esta información o se ha despertado con señales de un posible ictus, la hora de inicio se considerará la última hora que estuvo despierto y asintomático.
En el caso del ictus isquémico, la finalidad del tratamiento es deshacer o extraer, en el menor tiempo posible, el coágulo que está cortando la circulación natural de la sangre en el cerebro. Para llevarlo a cabo, hay dos vías de actuación:
En el ictus hemorrágico, el tratamiento pretende frenar el sangrado que se ha producido por la rotura de un vaso y evitar el aumento de tamaño de la hemorragia. Por ello, se realiza una monitorización periódica del paciente para conocer el nivel de conciencia y el déficit neurológico. Esta se mantiene al menos durante las primeras 72 horas después de sufrir un ictus. También se efectúa un control intensivo de la presión arterial, de los niveles de glicemia (azúcar en sangre) y de la fiebre para prevenir posibles complicaciones.
El sangrado cerebral puede causar inflamación del tejido cerebral circundante (conocido como edema). En este caso, es necesario administrar medicamentos por vena para reducirla. En personas que reciben un tratamiento con anticoagulantes orales o que tienen alteraciones de la hemostasia (proceso que realiza el organismo para frenar la hemorragia sanguínea), se debe corregir lo más rápido posible.
En los casos más graves, los especialistas pueden recomendar una cirugía para drenar la hemorragia. La decisión sobre el tratamiento quirúrgico se toma en función de factores como la localización y tamaño de la hemorragia, la edad y los antecedentes del paciente. Se trata de una decisión difícil, dado que no siempre es posible acceder sin producir daños en otras zonas del cerebro.
El propósito de la neurorrehabilitación es recobrar las funciones neurológicas perdidas o disminuidas como consecuencia de un ictus. Existen, sin embargo, fases de recuperación:
De esta manera, el equipo interdisciplinario que interviene a lo largo de las diferentes etapas trabaja para que el paciente tenga la máxima independencia y adaptación a su entorno. Para cumplir estos objetivos, es conveniente iniciar la recuperación tan pronto como sea posible y, desde las fases iniciales, contar con la participación del paciente y sus cuidadores.
Hay que mencionar que, por naturaleza, existe la denominada “recuperación espontánea”: es cuando el cerebro tiene la capacidad para recuperarse de los daños que ha sufrido por sí mismo. Esta recuperación, sin embargo, puede producirse en una dirección incorrecta o no ser suficiente para reducir las secuelas. Por ello es recomendable seguir siempre las indicaciones de los especialistas.
Un equipo interdisciplinario se ocupa de la recuperación de un paciente que ha sufrido un ictus. Cada uno de los profesionales interviene según la evolución de la enfermedad y las necesidades que se derivan en cada momento:
En el proceso de rehabilitación también intervienen otros profesionales, como médicos, enfermeras o técnicos ortopédicos.
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