Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
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La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La infección urinaria se define como la presencia de bacterias en las vías urinarias, vías que normalmente están libres de ellas, junto con manifestaciones inflamatorias, como fiebre o dolor local.
Básicamente, la infección urinaria se divide en infección de vías bajas (vejiga urinaria, uretra) o infección urinaria alta, que afecta a uno o ambos riñones. En este caso se habla de pielonefritis.
La infección urinaria de vías bajas se caracteriza por dolor local que aumenta al orinar y, en ocasiones, por emisión de orina a veces turbia, a veces oscura, generalmente sin fiebre.
La infección urinaria de vías altas (pielonefritis) se caracteriza por fiebre alta, dolor local intenso en la región lumbar y dolor o molestias al orinar.
La infección urinaria se caracteriza por dolor local (parte baja del abdomen o zona lumbar) que aumenta al orinar, con emisión de orina muchas veces turbia o, si contiene eritrocitos, de color oscuro.
Puede presentarse fiebre alta, especialmente si se trata de una pielonefritis (infección urinaria de vías altas).
Puede afectar a todas las edades, desde la infancia hasta la vejez. Es algo más frecuente en mujeres, y existen factores que la favorecen (embarazo en mujeres o aumento del tamaño de la próstata en hombres), así como anomalías urológicas (malformación preexistente o presencia de litiasis renal).
El diagnóstico se realiza mediante examen del sedimento urinario para detectar leucocitos y/o bacterias, y mediante cultivo microbiológico para identificar el germen causante y determinar el antibiótico más adecuado (antibiograma).
El tratamiento de la infección urinaria suele ser antibiótico. En infecciones bajas se administra generalmente por vía oral. En infecciones altas (pielonefritis) se administra habitualmente por vía intravenosa, aunque en algunos casos puede realizarse tratamiento ambulatorio por vía oral.
Las pruebas habituales incluyen sedimento y cultivo de orina (urocultivo con antibiograma). Puede estar indicada una ecografía para evaluar los riñones y vías urinarias y detectar obstrucciones o litiasis que hayan favorecido la infección.
La ecografía también permite evaluar el estado de los riñones. También puede ser indicada una analítica general para valorar la repercusión de la infección urinaria en el organismo y, específicamente, en la función renal.
La infección urinaria se previene con micciones frecuentes (cada 2-3 horas) y, sobre todo, evitando retener la orina; es importante ir al baño al notar la sensación de vejiga llena, sin esperar demasiado tiempo.
La legionelosis es una enfermedad causada por la bacteria Legionella pneumophila, que suele encontrarse en circuitos de agua contaminada, como conducciones de agua, estanques, torres de refrigeración, piscinas o jacuzzis.
Se adquiere por inhalación tras el contacto del paciente con el agua contaminada, ya sea al bañarse o al encontrarse en zonas cercanas, ya que la bacteria puede diseminarse del agua al ambiente circundante.
Generalmente, provoca una infección pulmonar en forma de neumonía que, si no se diagnostica y trata de manera temprana, puede ser grave y representar un riesgo vital.
La legionelosis produce los síntomas propios de una neumonía (fiebre, dolor torácico, dificultad para respirar), junto con dolores musculares muy marcados y un notable deterioro del estado general con malestar pronunciado.
La legionelosis puede afectar a cualquier persona que entre en contacto con la bacteria causante, pero es más frecuente en personas mayores o inmunodeprimidas que han estado expuestas a agua contaminada por Legionella o que han inhalado vapor de dicha agua contaminada.
Se realiza mediante la detección de la bacteria o de anticuerpos en la sangre contra ella, una vez se sospecha por las características clínicas del paciente (edad de aparición, fiebre, gran afectación del estado general, dolores musculares) o radiográficas (neumonía que afecta de manera difusa los pulmones). El aislamiento de la bacteria es relativamente reciente, ya que requiere medios de cultivo especiales.
De hecho, la Legionella no se identificó como causante de enfermedad pulmonar hasta 1976, durante un brote de neumonía en un congreso de la Legión Americana en Filadelfia, de ahí su nombre.
La legionelosis responde bien a un tratamiento antibiótico específico. Es muy importante iniciar el tratamiento de manera precoz.
Radiografía de tórax
Determinación en sangre de anticuerpos contra Legionella
Cultivos específicos para identificar Legionella
Es fundamental la vigilancia epidemiológica de los casos detectados (conducciones de agua, torres de aire acondicionado, piscinas o jacuzzis implicados) para desinfectarlos.
Cuando se detecta un caso de legionelosis, las autoridades de salud pública inician una investigación para encontrar la fuente y erradicarla.
La Legionella no resiste bien las temperaturas elevadas y generalmente se elimina aumentando de manera puntual la temperatura de las conducciones. Para asegurar la eliminación de la bacteria, estas medidas deben ser realizadas por profesionales especializados.
La endocarditis infecciosa supone la presencia de una infección microbiana en la superficie endocárdica (la capa interna del corazón). Se trata de la infección cardiovascular más frecuente y es muy importante debido a su potencial gravedad y a que puede presentarse de diferentes formas clínicas.
La endocarditis infecciosa afecta principalmente a las válvulas cardíacas, ya sean naturales o artificiales, aunque en ocasiones puede producirse en otras estructuras del corazón. Se clasifica según el tiempo de evolución de la infección (días, semanas o meses) y según el tipo de microorganismo causante (bacterias, levaduras, hongos).
La lesión característica de la endocarditis infecciosa es la vegetación endocárdica, formada por un agregado anómalo de plaquetas, fibrina, bacterias y células inflamatorias que se adhiere a la superficie interna del corazón, generalmente en una válvula cardíaca. Esta vegetación puede desprenderse y causar embolia infecciosa en órganos distantes, como la piel, el sistema nervioso o las extremidades.
Se considera una enfermedad grave y, aunque la mayoría de los casos se curan, existe un riesgo significativo de complicaciones y mortalidad. En muchos casos, para una curación definitiva, es necesario realizar cirugía para eliminar los tejidos afectados y colocar una nueva válvula cardíaca artificial.
En su forma más aguda, la endocarditis infecciosa puede producir fiebre alta, escalofríos, prostración y deterioro general del estado de salud en pocas horas o días.
En formas subagudas, con evolución de semanas o meses, predominan cansancio, falta de apetito y fiebre poco significativa. En estos casos, también pueden aparecer manifestaciones infecciosas en la piel, como nódulos o manchas características, aunque no siempre se presentan.
En pacientes con grave afectación valvular, puede desarrollarse insuficiencia cardíaca, con síntomas como dificultad respiratoria importante y aparición de edemas en las extremidades inferiores.
La endocarditis infecciosa tiene una incidencia global de 2-3 casos por cada 100.000 habitantes/año. En Cataluña se estiman unos 200 nuevos casos anuales. Sin embargo, su incidencia aumenta con la edad, alcanzando 15-30 casos por cada 100.000 habitantes/año en mayores de 65 años, es decir, 10 veces superior a la de la población más joven.
La causa de la endocarditis infecciosa ha cambiado en las últimas décadas. Antes, el estreptococo viridans era el agente causal más frecuente. Actualmente, los más comunes son estafilococos, seguidos de estreptococos y enterococos. No obstante, cualquier microorganismo presente en sangre puede adherirse a una válvula cardíaca, especialmente si esta tiene lesiones previas o es artificial.
El diagnóstico de la endocarditis infecciosa se basa principalmente en:
Hemocultivos: permiten identificar el microorganismo causante y seleccionar el antibiótico específico más adecuado.
Ecocardiografía: localiza las vegetaciones endocárdicas, evalúa la función de la válvula afectada y ayuda a determinar la necesidad de cirugía.
En algunos casos, pueden realizarse otras exploraciones (TAC, gammagrafías) para descartar embolia periférica, frecuente al momento del diagnóstico o durante el tratamiento.
El tratamiento es antibiótico, dirigido específicamente al microorganismo causante. Las dosis son altas y prolongadas, ya que las vegetaciones tienen escasa vascularización y el antibiótico debe penetrar por difusión desde la sangre.
En pacientes que no responden adecuadamente o que presentan daños valvulares significativos, puede ser necesaria la cirugía de recambio valvular.
Hemocultivos y ecocardiografías, tanto al momento del diagnóstico como para monitorizar la evolución de la enfermedad.
En personas con alteraciones valvulares conocidas, se recomienda profilaxis antibiótica antes de intervenciones dentales o en las encías, siguiendo indicación médica.
También se deben tomar medidas preventivas durante endoscopias, especialmente digestivas altas (gastroscopia), según la pauta que indique el médico.
Esta prevención es crucial, ya que la presencia de bacterias en sangre como consecuencia de estas intervenciones aumenta significativamente el riesgo de endocarditis infecciosa.
Medicina Interna, Hospital General
El síndrome de Sjögren es una enfermedad autoinmunitaria crónica y sistémica, de causa desconocida, que causa como principales síntomas sequedad de boca (xerostomía) y ocular (xeroftalmía). En esta enfermedad, las células que forman nuestro sistema defensivo (sistema inmunitario) atacan estructuras propias, como las glándulas que mantienen húmedos los ojos y la boca, así como las glándulas de otras partes del organismo, lo que altera su función. Además, se pueden producir síntomas en otros órganos como el pulmón, las articulaciones o el sistema nervioso.
Los pacientes con síndrome de Sjögren presentan con frecuencia otras enfermedades relacionadas con un funcionamiento anómalo del sistema inmunitario, como el lupus eritematoso sistémico, la esclerodermia o la artritis reumatoide.
Los pacientes con síndrome de Sjögren presentan principalmente síntomas relacionados con una falta de producción de lágrima y saliva, lo que provoca sequedad de boca y ocular. Los síntomas principales que padecen los pacientes son una sensación de ardor y arena en los ojos, ojos enrojecidos, visión borrosa, necesidad de ingerir agua con frecuencia, dificultad para tragar alimentos secos y una mayor propensión a presentar caries y tener infecciones en la boca. Esta sequedad también puede afectar a la piel y al área vaginal, que provoca dolor en las relaciones sexuales. Otros síntomas que pueden presentar de forma frecuente los pacientes con síndrome de Sjögren son dolor articular o muscular y cansancio. Con menor frecuencia, pueden verse afectados otros órganos, como el pulmón, el riñón o las terminaciones nerviosas.
La enfermedad afecta sobre todo a mujeres de entre 40 y 60 años. Se estima que la frecuencia está entre un 0,5 % y un 3 % de la población.
No hay una única prueba que permita diagnosticar el síndrome de Sjögren. El diagnóstico de síndrome de Sjögren en un paciente que refiere sequedad de ojos y de boca se basa en pruebas que confirmen la existencia de un déficit de la producción de lágrima y saliva y que evidencien que esta sequedad se asocia a una alteración del sistema inmunitario.
El tratamiento del síndrome de Sjögren se basa fundamentalmente en medidas que alivien la sensación de sequedad que presenta el paciente. Este tratamiento incluye el uso de lágrimas artificiales, geles oculares, colirios, nebulizadores y pastillas para estimular la producción de saliva. En determinados pacientes, puede darse tratamiento oral para estimular la secreción glandular. En casos graves, cuando hay síntomas en otros órganos diferentes a las glándulas (pulmón, nervios periféricos, etc.) puede ser necesario administrar medicamentos que actúen disminuyendo la actividad del sistema inmunitario (fármacos inmunosupresores).
Los pacientes con síndrome de Sjögren deben someterse a una serie de exámenes oculares, análisis de sangre y orina y, en determinadas ocasiones, es necesario hacer una pequeña biopsia de la mucosa del labio para confirmar la existencia de inflamación en las glándulas productoras de saliva.
Sindrome-Sjogren
Sociedad Española de Medicina Interna
American College of Rheumatology: Síndrome de Sjögren
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