Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
¿Quieres saber cómo será tu estancia en el Hospital Universitario Vall d'Hebron? Aquí encontrarás toda la información.
La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La artritis idiopática juvenil (AIJ) es una enfermedad crónica caracterizada por la inflamación persistente de las articulaciones que se inicia antes de los 16 años.
Síntomas
Los síntomas principales son dolor, hinchazón y aumento de calor en las articulaciones, con rigidez y dificultad para la movilidad. Unas veces el comienzo es lento, insidioso y progresivo. El niño puede estar cansado o irritable si es más pequeño. Los niños más mayores pueden notar rigidez al movilizar las articulaciones cuando se levantan por la mañana. Otras veces, el comienzo es agudo y grave, con la presencia de síntomas generales como malestar general, fiebre, manchas en la piel o hinchazón de varias articulaciones.
¿A quién afecta la enfermedad?
La AIJ es una enfermedad relativamente rara que afecta a entre 1 y 2 niños de cada 1000.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de la AIJ se basa en la presencia de artritis persistente y en la exclusión cuidadosa de cualquier otra enfermedad a través de la historia clínica, la exploración física y las analíticas. Se considera AIJ cuando la enfermedad comienza antes de los 16 años, los síntomas duran más de 6 semanas y se han descartado las demás enfermedades que podrían ser responsables de la artritis.
Tratamiento habitual
El tratamiento debe instaurarse de forma precoz y cada niño debe considerarse individualmente, por lo que la terapéutica va a tener distintos niveles de intensidad en función del tipo, momento y gravedad de la enfermedad. Su objetivo es cuidar el desarrollo íntegro del niño, tanto físico como psíquico, para intentar mejorar en todos los aspectos su calidad de vida. Para conseguir que no queden secuelas o estas sean mínimas, se necesita un esfuerzo continuo y una estrecha colaboración entre el niño y sus padres o familia con diferentes especialistas. Es fundamental que los padres conozcan la naturaleza de esta enfermedad; el niño lo irá comprendiendo en función de su edad.
Pruebas más habituales
En el momento del diagnóstico, son útiles ciertas pruebas analíticas, junto con exploraciones de las articulaciones y revisiones oculares para definir mejor el tipo de AIJ e identificar a los pacientes en riesgo de desarrollar complicaciones específicas, como iridociclitis crónica. El factor reumatoide (FR) es prueba analítica que detecta un autoanticuerpo que, si da positivo y se encuentra de forma persistente en una alta concentración, indica un subtipo de AIJ.
Los anticuerpos antinucleares (ANA) suelen dar positivo en las pruebas en pacientes con AIJ oligoarticular de inicio temprano. Esta población de pacientes con AIJ tiene un mayor riesgo de desarrollar iridociclitis crónica y, por tanto, se les deben programar exploraciones oculares con una lámpara de hendidura (cada tres meses).
El HLA-B27 es un marcador celular que es positivo hasta en el 80 % de los pacientes con artritis asociada a entesitis. En cambio, solo es positivo en el 5 %-8 % de las personas sanas.
Son útiles otras exploraciones, como la velocidad de sedimentación globular (VSG) o la proteína C reactiva (PCR), que miden el grado de inflamación general. Sin embargo, las decisiones de diagnóstico y tratamiento se basan más en las manifestaciones clínicas que en las pruebas analíticas. En función del tratamiento, los pacientes pueden necesitar análisis periódicos (como hemogramas, análisis de la función hepática, análisis de orina) para comprobar la presencia de efectos secundarios del tratamiento y evaluar una posible toxicidad farmacológica que pueda no presentar síntomas.
La inflamación en la articulación se evalúa principalmente por la exploración clínica y algunas veces mediante estudios de imagen, como las ecografías. Las radiografías periódicas o las resonancias magnéticas (RM) pueden ser útiles para evaluar la salud y el crecimiento óseos y adaptar así el tratamiento.
Servicios relacionados que tratan esta enfermedad:
Unidad de Reumatología Pediátrica Pediatría Oftalmología Pediátrica Traumatología Pediátrica
Associació Espanyola de Febre Mediterrània Familiar i Síndromes Autoinflamatoris
FEDER
Lliga Reumatològica Catalana
El angioedema hereditario es una enfermedad minoritaria de origen genético que afecta aproximadamente a una de cada 50.000 personas. Es un trastorno heredado habitualmente, que se caracteriza por la acumulación de líquido fuera de los vasos sanguíneos que provocan la inflamación de la cara, las manos, los pies, las extremidades, los genitales, el tracto intestinal o las vías respiratorias superiores. A causa de su baja prevalencia y unos síntomas similares a otras enfermedades, es difícil de diagnosticar, por lo que es importante que haya unidades de referencia de la enfermedad con el fin de centralizar los casos sospechosos y los diagnosticados.
La inflamación que produce el angioedema hereditario no cursa con picazón y puede durar entre 1 y 5 días. Estos síntomas se desarrollan como resultado del mal funcionamiento de ciertas proteínas que ayudan a mantener el flujo normal de fluidos a través de los vasos sanguíneos (arterias, venas y capilares).
La gravedad de la enfermedad varía mucho. Los episodios de angioedema pueden ser muy incapacitantes y afectar a la calidad de vida de los pacientes. En caso de producirse en la región oral o cervical, la persona afectada puede morir asfixiada si no recibe tratamiento de manera preventiva.
En la mayoría de los casos, los síntomas empiezan a manifestarse durante la infancia y/o en la pubertad y se mantienen a lo largo de la vida adulta.
Hay diferentes tipos de angioedema hereditario y se clasifican según si presentan o no una deficiencia del inhibidor de la fracción C1 del complemento (C1-INH).
Inflamación del tejido subcutáneo en cualquier localización, aunque suele ser más frecuente en:
Según la zona de la afectación, los síntomas pueden ir desde molestias locales hasta la invalidez de la extremidad afectada, molestias o dolor al tragar, cambio del tono de voz, afonía o disnea (falta de aire).
Hasta un 50% de los pacientes puede presentar en algún momento de su vida un episodio que afecte a la garganta y que puede producir asfixia, si no recibe tratamiento de manera urgente.
El angioedema hereditario afecta a personas que tienen una mutación en diferentes genes, como el SERPING1, el F12, el PLG, el KNG1 o el ANGPT1. Como se trata de una enfermedad que se hereda de manera autosómica dominante, un paciente afectado tiene el 50 % de posibilidades de transmitir la enfermedad a los hijos. Dado que se trata de una enfermedad genética, suele haber más de un familiar afectado.
Según la clase de mutación, afecta por igual a hombres y mujeres (tipo I y tipo II) o más a menudo a las mujeres (AEH-nC1-INH). En el caso de angioedema hereditario sin déficit del C1-INH, suele asociarse a estados hiperestrogénicos, como el embarazo, o al consumo de anticonceptivos que contengan estrógenos.
En la consulta de Alergología se evalúan los pacientes con episodios recurrentes de angioedema y los casos en los que hay familiares que también los presentan. Posteriormente, se solicita un estudio en sangre para determinar los niveles de las fracciones del complemento, entre estas del inhibidor de la fracción C1 del complemento (C1-INH) y, finalmente, se completa el diagnóstico con un estudio genético.
El tratamiento dependerá del número de ataques, de la gravedad de los síntomas y de la afectación de la calidad de vida. Se hace siempre de manera individualizada y puede ser agudo, que consiste en tratarlo con fármacos que se administran por vía subcutánea o endovenosa en el momento del brote de angioedema, o preventivo, para evitar que se produzcan a menudo. Este último tratamiento suele recomendarse a los pacientes que sufren más episodios.
Los tratamientos contra el angioedema pueden ser autoadministrados por el mismo paciente.
En caso de intervención quirúrgica, endoscopias, extracciones dentales o algunos procedimientos odontológicos, se debe administrar el tratamiento de manera previa para evitar ataques de angioedema.
Normalmente, para el diagnóstico se debe hacer un análisis de sangre. Para el seguimiento, según el tratamiento, es necesario hacer una ecografía abdominal y extracciones sanguíneas.
Evitar en la medida de lo posible los factores conocidos como posibles desencadenantes de ataques:
Los sarcomas son un tipo poco frecuente de cáncer que supone únicamente el 1-2% de todos los tumores en el adulto. Es también una entidad compleja, ya que existen más de 70 tipos distintos, con diferencias en cuanto al diagnóstico, pronóstico y tratamiento. Por ello, es necesario que los pacientes con sarcomas sean valorados en comités multidisciplinares con amplia experiencia en esta patología.
Los sarcomas son un conjunto de tumores raros que proceden de las partes blandas del cuerpo, o también del hueso.
Las partes blandas incluyen tejidos como los músculos, los nervios, los vasos o la grasa. Estos tejidos pueden estar también formando parte de los órganos.
La poca frecuencia de los sarcomas conlleva una individualización necesaria del manejo clínico y del tratamiento de estos pacientes, lo que generalmente involucra decisiones compartidas entre varios profesionales expertos en esta patología y los propios pacientes.
El diagnóstico correcto de un sarcoma y del tipo concreto de sarcoma es el primer paso crítico que dar, ya que de esto dependerá el manejo clínico del paciente y una información precisa sobre la naturaleza de su enfermedad.
A diferencia de muchos cánceres, los sarcomas no suelen causar síntomas en etapas tempranas del crecimiento. Esto se debe a que se desarrollan en áreas del cuerpo en las que pueden crecer empujando estructuras y órganos de forma progresiva.
El primer síntoma puede ser un bulto indoloro. La mayor parte de los bultos son benignos, pero si crece rápido, duele, es profundo y/o mide más de 5 centímetros, es más posible que pueda tratarse de un sarcoma. En otras ocasiones los síntomas pueden venir derivados de una compresión excesiva de diferentes tejidos y órganos del cuerpo.
No hay un desencadenante claro de un sarcoma. Ciertos síndromes genéticos hereditarios pueden predisponer a una persona a tener más posibilidades de desarrollar algún tipo de sarcoma, como el síndrome de Li-Fraumeni, la neurofibromatosis o la poliposis colónica familiar.
Uno de los pasos más importantes es confirmar la sospecha clínica de sarcoma y determinar de qué tipo específico de sarcoma se trata. Para ello se requiere obtener, a través de una biopsia, un fragmento de tumor y estudiarlo en Anatomía Patológica.
En algunas ocasiones se realiza el diagnóstico mediante el uso de técnicas moleculares y se complementa con pruebas radiológicas como radiografías, tomografía axial computarizada (TC), resonancia magnética nuclear (RMN) o TC-PET.
El tratamiento de todos los pacientes con sarcoma es siempre consensuado en comités multidisciplinares, donde se reúnen expertos en sarcomas de diversos servicios de nuestro centro: Oncología Médica, Oncología Radioterápica, Traumatología, Cirugía General, Radiología y Anatomía Patológica. Dado que los sarcomas pueden emerger de cualquier parte del cuerpo, otros especialistas también participan ocasionalmente.
El tratamiento de los pacientes con sarcoma puede incluir:
El procedimiento más adecuado depende de varios tipos de factores, además del tipo concreto de sarcoma. Las terapias dirigidas y la inmunoterapia tienen un papel muy importante en ciertos tipos de sarcoma. Por último, existen también ensayos clínicos que experimentan con nuevas terapias.
Lo más habitual son pruebas radiológicas como las descritas anteriormente (radiografías, TC, RMN o PET-TC).
Al no haber una causa concreta que origine los sarcomas, en la mayor parte de los casos no hay medidas concretas que tomar, más que las habituales sobre hábitos de vida saludables recomendadas por la Organización Mundial de la Salud.
Los pacientes con síndromes genéticos hereditarios sí que tienen la recomendación de realizar seguimiento en unidades especializadas.
La enfermedad coronaria incluye la enfermedad de las arterias coronarias. Estas arterias son las que irrigan el corazón. La enfermedad coronaria afecta aproximadamente a un 6% de la población adulta, aunque esta prevalencia presenta una tendencia al alza en los últimos años.
La enfermedad coronaria puede presentar diferentes síntomas, pero el más característico es la angina o dolor en el pecho. Además, se puede presentar acompañado de sudoración, falta de aire, dolor en el brazo o palpitaciones.
La enfermedad afecta más frecuentemente a hombres mayores de 50 años.
Para diagnosticar esta enfermedad se requiere una correcta anamnesis y exploración física; no obstante, la clave en el diagnóstico es hacer un cateterismo cardíaco.
Existen fundamentalmente tres pilares dentro del tratamiento de la enfermedad coronaria. Por una parte, el tratamiento médico, que queda para casos leves, y, por otra parte, el intervencionismo coronario y la cirugía coronaria. Tenemos diferentes escalas de gravedad para decidir cuándo un paciente necesita un tratamiento percutáneo o cuándo es candidato para una intervención quirúrgica de revascularización coronaria.
La primera prueba que se hace a los pacientes que consultan por dolor torácico es un electrocardiograma; a partir de aquí, dependiendo de la gravedad del cuadro, se puede hacer una prueba de esfuerzo en los casos estables o directamente un cateterismo en caso de que se trate de un caso claro. El cateterismo es la prueba que nos da el diagnóstico definitivo.
En esta enfermedad tiene un papel muy importante la prevención, ya que, aunque existen casos aislados con pocos factores de riesgo, la gran mayoría de los pacientes presenta factores de riesgo cardiovascular.
Las medidas más importantes que se deben adoptar tanto en caso de prevención primaria como secundaria son las siguientes:
- Dejar de fumar.
- Controlar la tensión arterial.
- Controlar la diabetes.
- Controlar el peso y el perímetro abdominal.
- Evitar una vida sedentaria.
- Dejar de beber alcohol.
Trabajamos de manera conjunta con el Servicio de Cardiología del centro. Dentro del Servicio de Cardiología, la Unidad de Hemodinámica es la más relacionada con esta enfermedad.
Todo el Servicio de Cirugía Cardíaca y la Unidad de Hemodinámica y Cardiología Clínica.
La patología aórtica incluye todas las enfermedades que afectan a la arteria aorta. La arteria aorta es la arteria principal del cuerpo, que sale del corazón y lleva la sangre al resto del organismo. Esta arteria la podemos dividir en cuatro partes: raíz aórtica, aorta ascendente, arco aórtico y aorta descendente. Cada parte puede tener su patología y, al mismo tiempo, tratamientos diferentes.
Los síntomas de la patología aórtica son muy variables y dependen de la parte de la aorta afectada.
Una afectación de la raíz aórtica puede provocar una insuficiencia de la válvula aórtica que conlleva una clínica de insuficiencia cardíaca izquierda con falta de aire, dolor en el pecho o palpitaciones.
Las lesiones de la aorta ascendente, el arco aórtico y la aorta descendente suelen presentar un curso crónico y la mayoría de las veces no suelen manifestar síntomas. Solo en caso de lesión aguda (disección, hematoma o ruptura) el paciente presenta un dolor torácico o abdominal de manera repentina.
La patología aórtica puede afectar a personas desde el nacimiento hasta la senectud sin diferenciación por géneros. Hay factores de riesgo que hacen aumentar la incidencia de la patología: hipertensión arterial, enfermedades del tejido conectivo (síndrome de Marfan, Loeys-Dietz...) o malformación de la válvula aórtica, entre otros.
Para diagnosticar estas enfermedades se requiere una correcta anamnesis personal y familiar, y además es imprescindible llevar a cabo pruebas de imagen como ecocardiografía, angio-TAC de aorta y resonancia magnética.
Es imprescindible conocer y controlar los factores de riesgo que hacen aumentar la incidencia de estas enfermedades. El tratamiento definitivo consiste en el recambio de la parte de la aorta afectada o, en casos seleccionados, el tratamiento endovascular con la colocación de un stent.
Habitualmente, estos pacientes necesitan un ecocardiograma transtorácico o transesofágico, un angio-TAC y, muchas veces, una resonancia magnética.
La prevención de esta enfermedad es posible con el control de la tensión arterial y con un seguimiento correcto con prueba de imagen de la aorta enferma para detectar aumentos de tamaño o posibles complicaciones a lo largo del tiempo.
El Hospital Vall d'Hebron presenta una Unidad de Aorta multidisciplinar formada por Cirugía Cardíaca, Cardiología, Cirugía Vascular y Radiología. Esta Unidad lleva a cabo reuniones de manera periódica, para presentar los casos nuevos y hacer un seguimiento de los conocidos, y se toman decisiones terapéuticas de manera conjunta.
Todos los profesionales de las especialidades mencionadas participan en el tratamiento de esta enfermedad.
Las cardiopatías congénitas son un conjunto de enfermedades que conllevan malformaciones cardíacas y que se diagnostican habitualmente durante la infancia. A estos pacientes se les hace un seguimiento exhaustivo en la Unidad de Cardiopatías Congénitas del Adulto (UCCA) desde el diagnóstico.
Los síntomas de estas enfermedades son extremadamente variables, dependiendo de cuál sea la estructura o estructuras afectadas. Habitualmente se trata de enfermedades muy complejas que conllevan, aparte de la malformación, una situación hemodinámica diferente de la fisiológica y que limitan o alteran la calidad de vida de los pacientes.
Estas enfermedades afectan a los pacientes desde el nacimiento, aunque algunas se pueden diagnosticar durante la edad adulta.
El diagnóstico de estas enfermedades es muy variable, dependiendo del tipo; sin embargo, aparte de una correcta anamnesis y exploración física es indispensable la realización de pruebas de imagen cardíaca como la ecocardiografía (transtorácica o transesofágica), la resonancia magnética, el angio-TAC y otras como el cateterismo cardíaco.
El tratamiento médico es importante para mejorar la sintomatología de estos enfermos; no obstante, la mayoría de los pacientes requiere una o varias intervenciones quirúrgicas correctoras a lo largo de su vida.
No hay manera de prevenir una cardiopatía congénita. Lo que sí se está desarrollando en los últimos años son técnicas de diagnóstico prenatal.
El Servicio de Cirugía Cardíaca y la Unidad de Cardiopatías Congénitas del Adulto de Cardiología trabajamos de manera conjunta.
Hacemos el implante, el recambio y la retirada de dispositivos de estimulación cardíaca necesarios en enfermedades del ritmo cardíaco. El ritmo cardíaco se puede ver alterado en diferentes tramos, y en la mayoría de los casos la solución al problema es la implantación de un sistema de estimulación cardíaca. Al mismo tiempo, estos sistemas requieren, a veces, recambiarse o retirarse.
Los síntomas de las enfermedades del ritmo cardíaco pueden incluir desde mareos hasta síncopes propiamente dichos. Aparte, también hay casos de infección de dispositivos, que se presenta con síntomas de infección local (enrojecimiento, calor, supuración...) o con síntomas de infección generalizada (fiebre, escalofríos, disfunción de otros órganos...).
Las alteraciones del ritmo cardíaco pueden afectar pacientes desde el nacimiento (alteración congénita) hasta la senectud, y son más frecuentes en pacientes mayores de 70 años.
El diagnóstico se hace con una correcta anamnesis y exploración física y sobre todo con un electrocardiograma o Holter (electrocardiograma durante 24 horas).
Hay trastornos del ritmo cardíaco que se pueden tratar médicamente, pero la gran mayoría requieren la realización de procedimientos invasivos como ablaciones, implante de dispositivos de estimulación cardíaca y retirada de estos.
En el Servicio contamos con una unidad dedicada exclusivamente a tratar estas enfermedades y somos centro de referencia con respecto a la retirada de dispositivos de estimulación cardíaca, indicada en la gran mayoría de los casos por infección del dispositivo. Tanto es así, que, en la retirada de dispositivos, cubrimos un área sanitaria mayor que la del resto de enfermedades.
Las pruebas más habituales son el electrocardiograma y el Holter de 24 horas.
No hay manera de prevenir los trastornos del ritmo cardíaco.
La Unidad de Dispositivos del Servicio de Cirugía Cardíaca y la Unidad de Arritmias del Servicio de Cardiología trabajamos conjuntamente.
Todos los profesionales de las unidades mencionadas en el apartado anterior.
La enfermedad valvular es la que afecta a al menos una válvula del corazón. Las válvulas del corazón son cuatro y separan las diversas cavidades del corazón. La prevalencia de la enfermedad valvular ha aumentado en los últimos años dada la afectación de personas de edad avanzada.
Los síntomas de la enfermedad valvular dependen de cuál sea la válvula afectada. Si la válvula afectada se encuentra en la parte izquierda del corazón (válvula aórtica o válvula mitral) los síntomas habituales son insuficiencia cardíaca izquierda, dificultad para respirar, reducción de la tolerancia al ejercicio, necesidad de dormir con almohadas...
Por otra parte, si la válvula afectada se encuentra en la parte derecha del corazón (válvula pulmonar o válvula tricúspide) los síntomas habituales son insuficiencia cardíaca derecha, edemas en las piernas, aumento del tamaño del hígado, acumulación de líquido en el abdomen...
La enfermedad valvular puede afectar a pacientes desde el nacimiento (enfermedad congénita) hasta la madurez. Actualmente, los pacientes más afectados son los mayores de setenta años, ya que la causa más frecuente de la enfermedad valvular hoy en día es la degeneración o la calcificación. La distribución por géneros es similar.
Para hacer el diagnóstico de la enfermedad valvular, hay que hacer una correcta anamnesis y exploración física; aun así, el diagnóstico definitivo se lleva a cabo mediante una ecocardiografía. Con la ecocardiografía podemos tanto ver la válvula afectada como hacer una valoración global del estado del resto de estructuras del corazón.
El tratamiento médico es útil solo para paliar y mejorar la sintomatología, pero el diagnóstico definitivo es sustituir o reparar la válvula afectada.
La sustitución o la reparación valvular se hace mayoritariamente de manera quirúrgica; no obstante, existe la posibilidad de hacer un tratamiento percutáneo, técnica que se deja para pacientes con alto riesgo quirúrgico.
La prueba más habitual en estos pacientes es la ecocardiografía, que puede ser transtorácica o transesofágica. Esta prueba sirve tanto para hacer el diagnóstico como para el seguimiento de esta enfermedad.
La prevención de esta enfermedad consiste en evitar los factores de riesgo cardiovascular, aunque no existe una relación directa entre estos y la presencia o gravedad de la enfermedad valvular.
La enfermedad valvular se trata conjuntamente con los servicios de Cirugía Cardíaca, Cardiología Clínica, la Unidad de Ecocardiografía y la Unidad de Hemodinámica.
El coronavirus SARS-CoV-2 es un virus conocido como síndrome respiratorio agudo coronavirus 2 que se observó por primera vez a Wuhan (Hubei, China) en diciembre de 2019. Este nuevo virus es el causante de una dolencia infecciosa, conocida como COVID-19, que provoca infecciones respiratorias a las personas. En la mayoría de casos, ocho de cada diez, los síntomas son leves. Es importante contactar con el 061 en caso de fiebre, tos, dificultad para respirar y si has viajado o has estado en contacto con una persona procedente de las zonas de mayor riesgo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el coronavirus SARS-CoV-2 como una crisis internacional de salud pública.
El coronavirus es una familia de virus que circula entre los animales. Algunos tipos de coronavirus pueden afectar también a las personas, causando infecciones respiratorias, como es el caso del coronavirus SARS-CoV-2.
En un 80% de los casos, los síntomas son leves y se pueden confundir con los de una gripe:
Estos síntomas pueden aparecer de forma gradual acompañados de congestión nasal o dolor en la garganta. Los casos moderados pueden ir acompañados de una sensación de falta de aire y, en los más graves, la infección provoca complicaciones más severas, como la neumonía. Según los datos actuales, hay personas que se han infectado pero no han desarrollado ninguna sintomatología ni se encuentran mal. A pesar de que en la mayoría de casos los síntomas son leves, algunas personas, con pronóstico más grave, han muerto.
El coronavirus SARS-CoV-2 puede infectar a cualquier persona, independientemente de su edad. Aun así, se han detectado dos grupos con mayor riesgo:
El riesgo de infección es superior en aquellas zonas en las que hay casos diagnosticados de coronavirus SARS-CoV-2. Por eso, hace falta que todo el mundo tome medidas de protección, como por ejemplo, mantener una buena higiene de manos o taparse la boca con el codo o con un pañuelo de papel al toser.
Los estudios realizados hasta el momento apuntan a que el coronavirus SARS-CoV-2 se transmite por vía respiratoria, de persona a persona, a través de las gotitas procedentes de la nariz o de la boca que salen propagadas cuando una persona infectada tos o exhala. El contagio se produce cuando estas gotitas son exhaladas por una persona sana o bien cuando estas caen en un objeto o superficie que posteriormente toca la persona y después, sin desinfectarse las manos, se toca los ojos, la nariz o la boca.
Entre la infección por el virus y la aparición de los primeros síntomas de la dolencia, se calcula que puede haber un periodo de incubación de entre uno y catorce días. De media se estima que este es de cinco días.
El diagnóstico se realiza a través de una prueba específica de detección de la COVID-19.
Actualmente, no existe un tratamiento específico para el coronavirus SARS-CoV-2, solo tratamiento de apoyo. En los casos más leves, el tratamiento es similar al de la gripe: analgésicos para controlar la fiebre y mantenerse correctamente hidratado. En los casos más graves, si el paciente requiere apoyo ventilatorio, a causa de una neumonía o insuficiencia respiratoria, el paciente es ingresado en la UCI. Además, se están realizando ensayos clínicos para encontrar una vacuna o un tratamiento farmacológico específico para prever o tratar la COVID-19.
La sífilis una infección de transmisión sexual producida por una bacteria que se denomina T. pallidum. Puede tener complicaciones muy graves cuando no se trata, pero es fácil de curar con el tratamiento adecuado.
Su detección y tratamiento lo realiza un equipo médico experto desde la Unidad de ITS del Centro de Salud Internacional y Enfermedades Transmisibles Vall d’Hebron-Drassanes y la Unidad de VIH-ITS del Hospital Universitario Vall d’Hebron.
Se puede adquirir por mantener relaciones sexuales orales, vaginales y/o anales desprotegidas con una persona afectada por la sífilis. En mujeres embarazadas se puede transmitir al bebé a través de la placenta.
La sífilis tiene diferentes fases.
En una fase inicial aparece un chancro –una lesión ulcerada que no duele, por eso puede pasar desapercibida–, habitualmente en la zona del contacto (en boca, pene, vulva/vagina, ano/recto).
Si no se trata, deriva hacia una segunda fase, conocida como secundarismo sifilítico. En esta fase las lesiones más frecuentes son las cutáneas, con lesiones eritematosas que afectan a las palmas de las manos y las plantas de los pies, aunque se puede manifestar con muchos otros síntomas como cansancio, dolor de garganta, incluso afectación ocular.
Si no se trata, la infección entra en un periodo de latencia que puede durar años, en el que no da ninguna sintomatología y la única forma de diagnosticarla es realizando una analítica.
El periodo de latencia en la sífilis tiene dos fases: la precoz, durante el primer año, y la tardía que se manifiesta después de un año de la infección. A la larga, a los 20-40 años, un porcentaje de pacientes puede sufrir afectación neurológica (deterioro cognitivo o dolor neuropático en extremidades inferiores) o cardíaca (aneurisma). Pero si se reciben antibióticos adecuados en cualquier fase o estadio de la sífilis, la infección se puede curar. Actualmente es muy raro llegar a fases tardías.
En las mujeres embarazadas se puede transmitir al feto, lo que provoca el aborto o enfermedades graves en el recién nacido, como la sífilis congénita. Por eso, a toda mujer embarazada se le debe realizar una analítica de sífilis y tratarla en el caso de que salga positiva.
Habitualmente el diagnóstico se realiza por una prueba en sangre, en la que se miran los anticuerpos que genera la infección. Si hay lesión se pueden realizar pruebas directas para detectar la bacteria en la lesión.
El tratamiento más adecuado de elección sigue siendo la penicilina inyectada (intramuscular). El número de inyecciones requeridas puede variar según la fase en la que se encuentre la enfermedad, pudiendo ser una única inyección o tres (una inyección cada semana). En el caso de que haya síntomas, puede dar fiebre en las primeras 24 horas.
El tratamiento es curativo, pero es necesario realizar analíticas de control de forma periódica para su confirmación.
A pesar de que en la sangre se puedan detectar anticuerpos tras la curación, si se entra nuevamente en contacto con T. pallidum puede producirse reinfección y presentar un nuevo episodio.
Si tiene sífilis hay que avisar a las personas con las que se han mantenido relaciones sexuales en los meses anteriores. El número de meses variará según la fase en la que se haya diagnosticado. Así, si es durante la fase primaria, se debe avisar a las personas con las que se han mantenido relaciones 3 meses atrás, y si es en la fase secundaria, 6 meses atrás.
La aceptación de estas condiciones supone que dais el consentimiento al tratamiento de vuestros datos personales para la prestación de los servicios que solicitáis a través de este portal y, si procede, para realizar las gestiones necesarias con las administraciones o entidades públicas que intervengan en la tramitación. Podéis ejercer los derechos mencionados dirigiéndoos por escrito a web@vallhebron.cat, indicando claramente en el asunto “Ejercicio de derecho LOPD”. Responsable: Hospital Universitario Vall d’Hebron (Instituto Catalán de la Salud). Finalidad: Suscripción al boletín del Vall d’Hebron Barcelona Hospital Campus, donde recibiréis noticias, actividades e información de interés. Legitimación: Consentimiento del interesado. Cesión: Sí procede, VHIR. No se prevé ninguna otra cesión. No se prevé transferencia internacional de datos personales. Derechos: Acceso, rectificación, supresión y portabilidad de los datos, así como limitación y oposición a su tratamiento. El usuario puede revocar su consentimiento en cualquier momento. Procedencia: El propio interesado. Información adicional: La información adicional se encuentra en https://hospital.vallhebron.com/es/politica-de-proteccion-de-datos.