Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
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La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La cervicalgia es el dolor que aparece en la región de la columna cervical, parte posterior del cuello. A veces este dolor puede irradiar hacia la cabeza y los brazos, o también hacia la zona dorsal, la zona media de la espalda. La columna cervical tiene una doble función: debe ser estable para aguantar el peso de la cabeza y también flexible para permitir un amplio rango de movimiento y tener una adecuada funcionalidad. Asimismo, la columna cervical contiene la médula espinal, de la cual salen los nervios que dan función a las extremidades superiores.
La columna cervical está formada por siete vértebras, separadas entre sí por los llamados discos intervertebrales (cojines fibrocartilaginosos). A partir de los 35 años y como consecuencia de los miles de movimientos, como la flexión, extensión y rotación, pueden aparecer molestias cervicales y dolor.
Para mantener la cabeza en una posición normal, los músculos de la parte posterior del cuello deben trabajar adecuadamente, dado que cabeza y cuello no se unen en un punto central, sino que el apoyo es en su parte posterior. Las tensiones musculares para mantener la cabeza en una posición correcta, así como la afectación de las pequeñas articulaciones de estas vértebras cervicales (artrosis), son causa frecuente de dolor en la región cervical.
Las causas mecánicas y posturales son habitualmente las responsables de las llamadas cervicalgias. Como consecuencia de estos cambios se pueden producir lesiones por la compresión sobre las estructuras nerviosas que pasan por la región cervical. Los discos intervertebrales pueden desplazarse hacia adelante o sobresalir, incluso herniarse, y afectar a estructuras nerviosas.
La cervicalgia es uno de los motivos más frecuentes de visita a la consulta médica. Sabemos que hasta un 70% de la población ha presentado este problema en algún momento de su vida.
Las malas posturas, el uso de las nuevas tecnologías, los hábitos laborales, accidentes de tráfico, el envejecimiento de la población, el estrés o las preocupaciones justifican su elevada incidencia.
El diagnostico fundamental se basa en las características y mecanismos del dolor, así como en la exploración.
El dolor cervical puede ser mecánico o inflamatorio. El mecánico es el más habitual, empeora con el movimiento y mejora con el reposo. Es el dolor causado por el desgaste, la práctica de actividades deportivas, algunos tipos de trabajo más mecánicos, la existencia de traumatismos previos y problemas degenerativos.
El dolor de tipo inflamatorio sugiere inflamación, infección y tumores. Son dolores constantes que no ceden con el reposo ni con la medicación. Suelen acompañarse de otros síntomas como fiebre, afectación del estado general, signos neurológicos... El médico valorará si hay que realizar alguna prueba y cuál es la más indicada en cada caso.
En general, la cervicalgia mecánica mejora en 2 o 3 semanas.
El tratamiento debe incluir:
La toma de analgésicos para el dolor, tipo paracetamol, puede ayudar a controlarlo. Otros tratamientos, como antiinflamatorios o relajantes musculares, serán indicados por el médico en caso necesario. Si el dolor persiste o aparecen síntomas nuevos o distintos se deberá consultar con el médico.
Es importante mantener la cabeza en una buena posición y corregir la postura. Para ello son muy útiles los ejercicios de fortalecimiento de los músculos posteriores cervicales, los extensores, para que mantengan un correcto enderezamiento postural. Esto evitará que el dolor reaparezca o se cronifique.
Generalmente, una cervicalgia aguda no requiere ninguna prueba diagnóstica. Con una radiografía convencional se pueden valorar las vértebras cervicales y permite realizar un diagnóstico en la mayoría de los casos.
Por otra parte, es muy frecuente encontrar en la radiografía signos de artrosis, como por ejemplo los pinzamientos, que no implican ningún tipo de tratamiento.
Si el cuadro clínico lo requiere, el medico decidirá, en función de los síntomas, si se deben realizar pruebas neurológicas como el TAC (tomografía axial computarizada), RMN (resonancia magnética nuclear) o EMG (electromiograma). Estas pruebas son para diagnosticar lesiones más severas o afectación de los nervios de la columna cervical.
La osteoporosis, que quiere decir «hueso poroso», es una enfermedad esquelética en la que se produce una disminución de la densidad y la calidad del hueso, de modo que el esqueleto tiene menos resistencia y es propenso a fracturarse, incluso con un traumatismo menor, como una caída desde la propia altura o un golpe. Estas fracturas se denominan por fragilidad u osteoporóticas. Son muy prevalentes. A escala mundial, se calcula que una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres sufrirá una fractura osteoporótica durante su vida.
Es una enfermedad silenciosa, porque no manifiesta ningún síntoma hasta la primera fractura. Haber tenido una primera fractura predispone a fracturas posteriores. Casi siempre tienen lugar en la columna vertebral, la muñeca o la cadera, pero se pueden producir en otras zonas. Tienen especial importancia las fracturas de columna, que condicionan dolor, deformidad y pérdida de altura, y las de cadera, que requieren ingreso hospitalario e implican una pérdida de calidad de vida y autonomía, así como un coste socioeconómico elevado.
El esqueleto óseo es un tejido vivo que está en proceso constante de destrucción de hueso viejo y formación de hueso nuevo. Con la edad, la destrucción supera la formación de hueso nuevo de forma gradual. Afecta sobre todo a mujeres después de la menopausia, ya que durante la menopausia esta destrucción se produce más deprisa porque desaparece el efecto protector de los estrógenos. Esto predispone a la llamada osteoporosis posmenopáusica. Se suma el hecho de que, durante la juventud, las mujeres alcanzan un pico de masa ósea menor que los hombres. La menopausia precoz (antes de los 45 años) es un factor de riesgo. En los hombres, generalmente, la pérdida ósea se vuelve importante hacia los 70 años.
Así, la edad repercute en la pérdida de masa ósea, pero también puede afectar a niños, jóvenes y mujeres antes de la menopausia. Hay otros muchos factores de riesgo de padecer osteoporosis, como tener antecedentes familiares, determinados fármacos (corticosteroides, fármacos utilizados en el cáncer de próstata y de mama), tabaco, exceso de alcohol, sedentarismo y ciertas patologías, como las enfermedades inflamatorias reumáticas, las enfermedades endocrinas, hepáticas, hematológicas, renales, los problemas de malabsorción intestinal o la escasa ingesta de calcio, entre otros.
El diagnóstico debe hacerse teniendo en cuenta los factores de riesgo que puedan provocar osteoporosis, que los profesionales sanitarios tendrán que valorar.
Es necesario hacer un análisis de sangre para detectar posibles alteraciones y una DEXA (radioabsorciometría de energía dual), que utiliza pequeñas dosis de radiación. Se evalúa en la cadera y en la columna lumbar. En general, la medida de referencia se deriva de la densidad ósea en la población de adultos jóvenes (se denomina puntuación T), de modo que la OMS ha establecido que la osteoporosis se diagnostica cuando la puntuación T de una persona es inferior a –2,5 DE. Osteopenia significa pérdida de masa ósea que no llega a osteoporosis y se define <cuando la puntuación T se sitúa entre –1 y –2,5 DE.
Si la DEXA arroja un resultado de osteoporosis, ello no significa que necesariamente tenga que haber fractura, sino que se tienen que evaluar otros factores de riesgo y valorarse en conjunto. La osteopenia es muy frecuente y el inicio del tratamiento dependerá de si hay factores de riesgo importantes o si ha habido fracturas. Disponemos de herramientas para calcular el riesgo de fractura que engloban todas las características de cada paciente.
El objetivo es evitar la pérdida de masa ósea y reducir el riesgo de fractura. Es fundamental llevar un estilo de vida saludable.
Tratamiento farmacológico:
Hay varios tipos de fármacos y la prescripción dependerá del perfil y riesgo individual de cada paciente, tanto por la localización de la fractura como por otras condiciones médicas. La duración del tratamiento también es variable.
Actualmente, disponemos de una gama de fármacos que han demostrado ser seguros y eficaces al reducir el riesgo de fractura en los pacientes con osteoporosis. La mayoría tienen un efecto denominado «antirresortivo», porque frenan la pérdida de masa ósea y, al mismo tiempo, son un tratamiento anabólico, ya que estimulan la formación de hueso.
La palabra escoliosis proviene del griego y significa curvatura. No está considerada una enfermedad, sino una deformidad tridimensional y por este motivo la Scoliosis Research Society (SRS), la sociedad para el estudio de la escoliosis, la define como una curvatura lateral de la columna vertebral con rotación de las vértebras dentro de la curva de más de 10 grados de ángulo de Cobb.
Es importante distinguir la escoliosis estructurada de la actitud escoliótica. En la escoliosis estructurada la columna sufre una desviación lateral –ángulo de Cobb, método utilizado para medir deformidades de la columna vertebral– y una deformación en rotación que será medible con el test de Adams y un escoliómetro. En la actitud escoliótica, la desviación lateral no presenta rotación vertebral y se puede corregir a través de la educación postural.
La escoliosis, a su vez, se divide en idiopática y secundaria. La escoliosis idiopática es aquella en la que no se puede establecer una causa.
La escoliosis idiopática del adolescente es una alteración estructural en tres dimensiones, con desviación lateral y en rotación de la curvatura de la espalda que afecta la salud de los jóvenes alrededor de la pubertad. Su diagnóstico se establece por exclusión de otras causas de escoliosis, como por ejemplo malformaciones vertebrales, alteraciones neuromusculares o alteraciones sindrómicas. Éstas son las escoliosis denominadas secundarias.
La escoliosis idiopática se clasifica según edad de aparición: infantil (0-3 años), juvenil (3-10 años) y del adolescente (mayores de 10 años).
La escoliosis idiopática afecta a entre un 2% y un 3% de los jóvenes de los 10 a los 16 años (edad de riesgo). Recientemente, en China se ha detectado que hasta un 5,14% de niños entre estas edades la padecen.
En la escoliosis, a medida que aumenta la curva, disminuye la incidencia. Las escoliosis con curvaturas superiores a los 20 grados afectan a entre un 0,3% y un 0,5% y se estima que la proporción de pacientes que requieren tratamiento quirúrgico no supera el 0,1%.
La detección de la escoliosis se hace generalmente por el test de Adams que consiste en la inclinación del tronco hacia adelante y la visualización de una “joroba” que se mide con el escoliómetro. Sin embargo, el diagnóstico definitivo no se puede hacer sin medir el ángulo en una radiografía de pie.
Las escoliosis secundarias más frecuentes son las asociadas a enfermedades neuromusculares. A veces, el primer indicio de algunas de estas enfermedades es la escoliosis y hasta que ésta no se manifiesta puede parecer que sea idiopática, pero en realidad es secundaria.
Niños y adultos de todas las edades.
El pediatra es capaz de detectarla y el especialista de rehabilitación será el encargado de realizar el diagnóstico y los controles, además de asesorar en el tratamiento, conjuntamente con el técnico ortopédico y el fisioterapeuta del equipo que hace el seguimiento y acompañamiento de la evolución de esta deformidad.
En adolescentes, se previene la progresión de la curva a través de un tratamiento conservador basado en la observación y la colocación de un corsé corrector si la curvatura progresa y supera los 25 grados.
Para tratar curvas pequeñas y de bajo riesgo de progresión se recomienda la fisioterapia.
Sólo se aplica tratamiento quirúrgico en casos concretos como adolescentes que tengan una curva primaria estructurada mayor de 45 grados y adultos que no responden al tratamiento conservador.
Para diagnosticar la escoliosis se realizan pruebas de imagen como la radiografía convencional. A través de ella se puede además cuantificar con precisión el número de grados de la curvatura. Si se asocia otra clínica a la deformidad se solicitará una resonancia magnética.
La distonía es un trastorno neurológico que se caracteriza por contracciones musculares involuntarias que causan movimientos repetitivos y posturas retorcidas y dolorosas cada vez que el paciente hace un movimiento aprendido, como andar o hablar.
La distonía que se detecta en la infancia puede progresar rápidamente, interferir en el desarrollo del lenguaje y la movilidad del niño, y provocar una discapacidad física que le afectará durante toda la vida.
La distonía es una enfermedad muy heterogénea, que puede darse por varias causas:
Dada su incidencia, la distonía es considerada una enfermedad minoritaria.
La distonía en la infancia puede presentarse de forma aislada o asociada a otros problemas neurológicos y del desarrollo. Puede dificultar tareas de la vida diaria como andar, hablar, tener autonomía para alimentarse y cuidar de la higiene personal.
Cuando se presenta aisladamente, se denomina distonía primaria y a menudo tiene un origen genético. Las niñas y niños que la sufren no suelen mostrar otros problemas de salud y su desarrollo neurológico es normal. Al principio, se manifiesta en acciones como andar, correr o escribir y, más tarde, se puede extender a otras partes del cuerpo y provocar una distonía generalizada.
La distonía mioclónica es una de las distonías hereditarias más frecuentes en la infancia. Se caracteriza por la presencia de contracciones musculares sostenidas (distonía) y bruscas (mioclonías) y trastornos psiquiátricos como ansiedad, depresión y rasgos obsesivo-compulsivos. Los primeros síntomas aparecen en la infancia y afectan a las extremidades inferiores de los niños y niñas, que presentan dificultades para andar, correr y hacer actividades deportivas. Esta enfermedad también repercute en las relaciones sociales de estas niñas y niños, que tienen problemas para hablar en público o comer y beber con amigos.
La distonía también puede asociarse a otros problemas neurológicos, como espasticidad, ataxia, debilidad, retraso en el desarrollo neurológico y discapacidad intelectual. En este caso la denominamos distonía secundaria y es necesario descartar causas neurometabólicas y neurodegenerativas.
Afecta a niños y niñas, adolescentes y adultos de todas las edades.
En primer lugar, se somete a los pacientes a un estudio clínico, metabólico, neurofisiológico y de neuroimagen para poder clasificar el tipo de distonía, antes de llevar a cabo los estudios genéticos. En pacientes con distonía mioclónica, ante todo se lleva a cabo un estudio por Sanger del gen que la causa, y en el resto, un exoma completo familiar (padres y paciente) o del caso índice (paciente) en función de las muestras de ADN de las que se dispone.
Al ser una enfermedad poco común y muy heterogénea es difícil hacer un diagnóstico y tratamiento correctos. Es importante distinguir la distonía hereditaria de la parálisis cerebral infantil, causada por un daño cerebral en el momento del nacimiento, ya que su diagnóstico tiene consecuencias muy importantes para tratar la enfermedad posteriormente.
Un diagnóstico a tiempo disminuye la necesidad de efectuar más pruebas diagnósticas, permite conocer su pronóstico y asesorar a las familias para evitar futuras enfermedades. También tiene un impacto psicosocial muy positivo para el paciente y su familia. Y lo más importante, un diagnóstico exacto sobre la causa que genera la distonía permite orientar el mejor tratamiento posible para cada paciente, en un ejercicio que denominamos medicina personalizada.
La distonía en la infancia es progresiva y debilitante, pero se puede prevenir con un diagnóstico precoz y el uso de terapias específicas en función del defecto genético identificado.
La levodopa es el tratamiento de elección en la distonía dopa-sensible, causada por un defecto en la síntesis de la dopamina. La toxina botulínica se utiliza para controlar la distonía focal. En el caso de la distonía generalizada, se suministran diferentes fármacos para disminuir el temblor, el tono muscular y los espasmos dolorosos. Y en algunos casos de distonía paroxística, que se caracteriza por movimientos involuntarios breves y repetitivos durante la noche, se suministran antiepilépticos.
La bomba de baclofeno intratecal administra la medicación líquida a través de un dispositivo que se coloca bajo la piel, y se utiliza para tratar distonías secundarias generalizadas. Reduce el dolor, disminuye el tono muscular y los espasmos. Es un tratamiento que denominamos sintomático y paliativo, ya que no mejora la función motora del paciente.
La estimulación cerebral profunda o estimulación palidal consiste en la colocación de dos electrodos en los núcleos pálidos mediante una técnica de estereotaxia y es el tratamiento de elección en las distonías primarias, sobre todo si son generalizadas y no responden a la medicación convencional. En estos casos, los niños y las niñas pueden recuperar la función de la zona afectada por la distonía y mejorar su calidad de vida. También puede ser útil en pacientes con distonías secundarias, aunque su eficacia es menor que en las distonías primarias.
Realizar un diagnóstico genético es la mejor prevención para evitar tener más hijos afectados por esta enfermedad en una misma familia.
Campanya MoutePerLaDistonia
Associació de Lluita contra la Distonia Mioclònica a Espanya
Associació de Malalties Neurodegeneratives amb Acumulació Cerebral de Ferro
Associació GNAO Espanya
La poliomielitis es una enfermedad muy contagiosa producida por cualquiera de los tres serotipos del poliovirus humano, que forma parte de la familia de los enterovirus. Europa fue certificada como libre de poliomielitis en junio de 2002. La inmunización y vigilancia de la enfermedad continúa garantizando que se mantenga libre de poliomielitis. El síndrome pospolio no tiene un mecanismo causal definido, pero puede afectar entre el 20 % y el 80 % de los pacientes aquejados de poliomielitis.
Los síntomas iniciales son los propios de un cuadro pseudogripal (fiebre, cefalea, dolores articulares y musculares, vómitos, entre otros) y pueden durar hasta 10 días. En sus formas más graves puede llegar a producir una parálisis respiratoria que conduce a la muerte. El síndrome pospolio presenta una nueva debilidad neurológica que puede ser progresiva o abrupta sobre músculos afectos previamente o sin afectación. Puede o no acompañarse de nuevos problemas de salud como son la fatiga excesiva, dolor muscular, dolor articular, intolerancia al frío, disminución de la resistencia física, de la función y atrofia.
Afecta principalmente a los niños y el mecanismo de transmisión puede ser vía fecal-oral o a través de un vehículo común (agua o alimentos contaminados).
El síndrome pospolio afecta a pacientes con 20 años o más de evolución de poliomielitis.
Es un diagnóstico clínico complementado con pruebas de laboratorio y electromiografía (EMG).
Tratamiento sintomático con analgésicos, respirador en el caso de ser necesario, ejercicio suave y posibilidad de aparatos ortopédicos para evitar deformidades o facilitar la función.
En diagnóstico agudo el estudio de secreciones, heces y líquido cefalorraquídeo. EMG en la fase aguda y posterior para llegar al diagnóstico del síndrome pospolio.
La poliomielitis no tiene cura, pero es prevenible por medio de la vacunación.
La parálisis cerebral comprende un grupo de trastornos del movimiento, la postura y el tono del cuerpo, que se producen después de una lesión estática en un cerebro en desarrollo (niños hasta los tres años aproximadamente). Es un grupo muy heterogéneo con respecto a la severidad del cuadro: hay pacientes que pueden andar y llevar una vida autónoma, pero otros presentan discapacidades más importantes. Además, puede asociar retraso cognitivo, alteraciones visuales y auditivas, dificultades en la alimentación, epilepsia...
Se pueden dividir en función del momento en que aparece la lesión en el cerebro: prenatal, perinatal y posnatal. Las causas más frecuentes actualmente son: prematuridad importante, las anoxias cerebrales durante el parto y los ictus infantiles.
En el caso de los bebés, se evidencia un retraso en el desarrollo psicomotriz, con dificultades para realizar movimientos o actividades. Suele aparecer espasticidad, que se definiría como un aumento del tono de un determinado grupo de músculos. Son muy importantes las deformidades musculoesqueléticas, entre las cuales destacan desviaciones del raquis, luxaciones de cadera y pie equino.
Es fundamentalmente clínico, en función de los antecedentes del paciente. Pero se necesita confirmación a través de pruebas complementarias de imagen como pueden ser la ecografía y la resonancia cerebrales. No obstante, estas pueden ser normales.
Desgraciadamente, no hay una cura para la parálisis cerebral. Sin embargo, podemos abordar esta patología desde diferentes vertientes, sea como prevención o como tratamiento:
No se puede llevar a cabo una prevención específica.
Aparte de los tratamientos de fisioterapia y /o terapia ocupacional que se puedan ofrecer o recomendar a estos pacientes, siempre se propone la realización de actividad física en función de las posibilidades de cada persona. Asimismo, se aconseja la realización de estiramientos de ciertos grupos musculares e intentar proporcionar un adecuado control postural.
La zona lumbar de la espalda es la que soporta el peso de la parte superior del cuerpo y permite la movilidad del tronco en flexoextensión. La mayoría de los dolores lumbares son consecuencia de lesiones musculares o que afectan a los ligamentos, articulaciones o discos. El dolor lumbar es el que se sitúa en la parte inferior de la espalda y que puede o no asociarse a dolor irradiado a las extremidades inferiores, con o sin sensación de adormecimiento. La mayoría de las veces, el dolor lumbar agudo se produce por una causa muscular o ligamentosa y es autolimitado, aunque no por ello menos incapacitante. Casi siempre está provocado por lesiones musculares o que afectan a los ligamentos, articulaciones o discos.
Se define dolor lumbar crónico como el que persiste durante más de tres meses, y supone una de las causas más frecuentes y costosas de problemas musculoesqueléticos en la sociedad moderna. Se ha descrito que hasta un 80 % de la población adulta sufrirá de dolor lumbar en algún momento de su vida. Entre las causas más comunes de dolor lumbar crónico se encuentran la enfermedad discal degenerativa, artrosis lumbar, espondilolistesis, disfunción facetaria, hernia discal, estenosis de canal lumbar, secuelas de traumatismos, deformidad, etc.
Dolor en la zona baja de la espalda, generalmente de características mecánicas.
Puede afectar hasta a un 80 % de la población. Generalmente, cuando se trata de población joven, la causa es traumático-inflamatoria, mientras que en la población de edad avanzada la causa suele ser degenerativa.
La historia clínica y la exploración física del paciente son las herramientas principales para el diagnóstico. Las pruebas de imagen lo complementan y ayudan en el momento de plantear tratamientos invasivos.
Reposo relativo, calor local, medicación y modificación de la actividad. Una vez superado el episodio doloroso agudo, se plantea el tratamiento de rehabilitación con fisioterapia y escuela de espalda. Existen casos en los que las causas del dolor tienen una indicación quirúrgica, por lo que, tras agotar las posibilidades terapéuticas conservadoras, se interviene.
Radiografías, tomografía y resonancia magnética.
Ejercicio regular y corrección de la postura.
La artrosis u osteoartrosis es un proceso degenerativo marcado por la lesión del cartílago de las articulaciones. La articulación es el área donde un hueso se conecta con el otro para permitir el movimiento. El cartílago es un tejido que recubre las articulaciones y hace de amortiguador de la carga y del impacto y permite el movimiento de las articulaciones sin fricción. Habitualmente, se encuentra en la columna lumbar, cervical, cadera, rodillas y manos.
La manifestación más frecuente es el dolor que mejora con el reposo, la rigidez al iniciar el movimiento, deformidad y dificultad para mover las articulaciones afectadas. Puede haber un cierto grado de inflamación, que causará tumefacción por acumulación excesiva de líquido en la articulación.
No obstante, debe distinguirse de la artritis, que es una enfermedad inflamatoria reumática donde el problema radica en la inflamación articular y que provoca un dolor que no mejora con el reposo. El hecho de que en inglés la artrosis se llame osteoarthritis puede dar lugar a confusión.
Es muy prevalente y genera un impacto sociosanitario elevado. El estudio EPISER2016, de la Sociedad Española de Reumatología, mostró una prevalencia en la población a partir de los 40 años del 29%.
La edad es el principal factor de riesgo. Es más frecuente en mujeres. El desgaste del cartílago está claramente asociado a la obesidad y a la falta de ejercicio físico regular. También predispone tener una alteración en la alineación articular/postural. A veces, la causa proviene de una lesión traumática u otros trastornos previos en la articulación afectada. Tiene un componente genético (especialmente la artrosis de las manos).
El diagnóstico se obtiene a partir de los síntomas, la exploración física y pruebas de imagen.
Tiene como objetivo mejorar los síntomas y la calidad de vida y retrasar la evolución. Debe ser individualizado para cada paciente y tipo de articulación.
El tratamiento no farmacológico es fundamental. Se recomienda:
El tratamiento farmacológico consiste normalmente en analgesia convencional, como el paracetamol, que será el tratamiento analgésico de elección. Hay tratamientos de acción lenta, como el sulfato de condroitina (vía oral) o el ácido hialurónico (infiltración), que tienen cierta eficacia en la mejora del dolor, especialmente en la artrosis de rodilla. La cirugía (prótesis) se reserva para casos en los que la articulación está muy destruida y las otras medidas han fracasado.
La lesión medular aguda, tanto en el adulto como en el niño, es un problema de salud complejo y relevante, que impacta negativamente sobre la persona que la sufre en términos de mortalidad y morbilidad, pero también sobre su entorno personal.
Los síntomas principales son los derivados de la parálisis motora y la ausencia de sensibilidad por debajo del nivel de lesión, también y especialmente por afectación del sistema nervioso autónomo, que produce alteración del aparato cardiovascular y respiratorio, del tracto urinario con alteración por la capacidad de almacenaje y evacuación de la orina, del aparato digestivo dando lugar a estreñimiento severo, incontinencia e impactación fecal, así como alteraciones sexuales.
El tratamiento es la rehabilitación integral, dirigida a instaurar un tratamiento precoz, una vez producida la lesión medular aguda, para prevenir las posibles complicaciones y lograr la mayor autonomía funcional: física, emocional y social. Restablecer la autoestima potenciando las capacidades preservadas; favorecer la mejor reinserción social posible (activa, independiente y satisfactoria), e informar y asesorar en el entorno familiar en la comprensión y el manejo de la nueva situación de discapacidad.
La prevención de la lesión medular compleja está dirigida, en el caso de los jóvenes, a evitar las prácticas de riesgo: conducción temeraria o bajo los efectos del alcohol y las drogas, zambullidas en aguas poco profundas y deportes de riesgo como escalada, BTT o esquí; y en adultos, especialmente de la tercera edad, eliminación de elementos de riesgo para prevenir las caídas, como alfombras o subir alturas, utilizar bastones y el control de los fármacos que reciben para evitar crisis de ortostatismo que pueden producir caídas.
La enfermedad de Parkinson es una disfunción de los ganglios basales causada por la degeneración de las células productoras de dopamina en la sustancia negra. La función normal de la sustancia negra se sintetizará y segregar diferentes neurotransmisores para un acompasamiento entre movimientos voluntarios e involuntarios. Cuando este equilibrio se rompe, aparecen el temblor y la rigidez.
Es una enfermedad neurodegenerativa progresiva del sistema nervioso central que afecta estructuras del cerebro encargadas del control y la coordinación del movimiento, del mantenimiento del tono muscular y de la postura. Se caracteriza por afectar a la movilidad involuntaria de los movimientos y temblor de las manos en estado de reposo que desaparece al hacer un movimiento voluntario o cuando hay una profunda relajación en el sueño. También están presentes la rigidez y el desequilibrio y la pérdida progresiva de la mímica facial.
La prevalencia de enfermos de Parkinson en Cataluña es de 229 por 100.000 habitantes.
Está enfocado a dar poder a los pacientes y sus cuidadores para lograr cambios de comportamiento en su autocontrol y motivarlos para que sigan el tratamiento a largo plazo. También a reducir la medicación y ganar calidad de movimiento. El principal objetivo es la independencia funcional del individuo y la forma física general desde el inicio de la enfermedad. Todo para poder minimizar las complicaciones secundarias y el riesgo de caídas.
El tratamiento con el fármaco levodopa permite recuperar muchas de las funciones deterioradas o perdidas a causa de la enfermedad. Pero su efecto transitorio y fluctúa; cuando termina la medicación el paciente se encuentra bien, en ON y cuando se le acaba el efecto se encuentra en OFF y los síntomas reaparecen.
Hay otros tratamientos farmacológicos y neuroquirúrgicos, como estimulación eléctrica de partes del cerebro mallado, a través de estereotaxia con ultrasonidos, ahorrando la trepanación y cirugía.
Crece el número de estudios que enfatizan que el ejercicio aeróbico podría tener un efecto neuroprotector. Por otro lado, durante el tratamiento se insiste en la prevención de la inactividad, de las caídas y del miedo a moverse o caer.
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