Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
¿Quieres saber cómo será tu estancia en el Hospital Universitario Vall d'Hebron? Aquí encontrarás toda la información.
La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
El Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF) es un síndrome que se caracteriza por déficits cognitivos, conductuales y características físicas causadas por la exposición prenatal al alcohol.
Las características del TEAF pueden dividirse en características físicas (como anomalías faciales), retraso del crecimiento, alteraciones del sistema nervioso y déficits cognitivos y/o conductuales. Un 90 % de los individuos con TEAF presenta también otros trastornos psicológicos, siendo el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) el más prevalente.
Los déficits primarios del TEAF se caracterizan por la presencia de déficits de memoria, atención, problemas de aprendizaje, dificultades para el pensamiento causa-efecto, déficit de habilidades sociales y también de autorregulación emocional. Estas dificultades pueden conducir a complicaciones secundarias como fracaso escolar, problemas legales, conductas sexuales inapropiadas, consumo de sustancias, dependencia y dificultades para incorporarse al mundo laboral en la edad adulta.
A aquellas personas que han sido expuestas al alcohol durante su etapa prenatal.
Para el diagnóstico del TEAF, es necesaria tanto una exploración física como una evaluación neurocognitiva y conductual.
El tratamiento del TEAF es multidisciplinar y requiere a menudo de tratamiento combinado: psicológico y farmacológico. Los abordajes psicológicos que tienen mayor eficacia demostrada son los tratamientos basados en el entrenamiento con habilidades sociales, autorregulación emocional y pautas para padres que permitan manejar mejor los conflictos que supone tener un hijo con TEAF. Un abordaje adecuado del TEAF también requerirá de las adaptaciones pertinentes a nivel escolar.
El seguimiento psicológico incluirá tanto al paciente como a sus padres o tutores. Se dispone de tratamientos psicológicos grupales (para adolescentes y padres), tratamiento psicológico individual y terapia asistida con perros.
Las intervenciones se adaptan a la edad del niño/adolescente y a sus dificultades cognitivas. Antes de iniciar la intervención psicológica, tenemos que disponer de una evaluación neuropsicológica que nos indique cuáles son las funciones cognitivas donde el paciente presenta más dificultades con el fin de adaptar el tratamiento a sus capacidades y que sus cuidadores puedan regular sus expectativas y modificar el entorno en relación con la conducta del niño/adolescente.
Anamnesis clínica. Entrevista psicológica. Exploración neuropsicológica. Evaluación física y, en algunos casos, técnicas de resonancia magnética y electroencefalograma.
La mejor prevención para el TEAF es no consumir alcohol durante el embarazo. Los indicadores de mejor pronóstico para aquellos pacientes afectados de este síndrome son un diagnóstico precoz (antes de los 6 años) y un entorno familiar estable.
El médico de cabecera o pediatra es quien realiza la derivación al Servicio de Psiquiatría.
Nuria Gómez-Barros
Raquel Vidal Estrada
Ana Maria Cueto González
El trastorno de somatización es un trastorno caracterizado por la presencia de síntomas somáticos persistentes acompañados de pensamientos, sentimientos y conductas relacionadas con la salud que resultan excesivas y desproporcionadas. Los síntomas pueden tener una causa médica conocida o no, y generar multifrecuentación a los servicios de atención primaria, urgencias y/o especialistas.
El trastorno de somatización, actualmente denominado por la nueva clasificación de los trastornos mentales americana (DSM-5) como trastorno por síntomas somáticos, se caracteriza por la presencia de síntomas somáticos, con explicación médica o no, persistentes y acompañados de pensamientos, sentimientos y conductas desproporcionadas con elevado padecimiento. A la vez, existe una disminución de la calidad de vida de forma severa de las personas que lo sufren.
El origen de la enfermedad es incierto, pero se sabe que se gesta por múltiples condiciones biológicas, psicológicas y ambientales que interaccionan de forma no lineal, generando una vulnerabilidad para presentarlo. Existe habitualmente una hiperfrecuentación a múltiples especialistas por parte de los pacientes, con peticiones de diversas exploraciones complementarias, que pueden llegar a menudo a ser iatrogénicas, donde el enfermo se suele sentir incomprendido y maltratado por el sistema sanitario. El síntoma más habitual es el dolor, y los aparatos más frecuentemente afectados son el aparato digestivo, el aparato locomotor y la piel.
A. Uno o más síntomas somáticos que causan preocupación o suponen una interferencia significativa en la vida diaria.
B. Excesivos pensamientos, sentimientos o conductas en relación con los síntomas somáticos o asociados a preocupaciones por la salud, como se manifiesta por al menos uno de los siguientes:
1. Pensamientos desproporcionados y persistentes sobre la gravedad de uno de los síntomas.
2. Ansiedad por la salud o los síntomas persistentemente elevada.
3. Tiempo y energía excesivos dedicados a estos síntomas.
La prevalencia del trastorno en la población general se sitúa alrededor del 5-7% y en poblaciones de atención primaria hablamos de rangos amplios de entre el 5 y el 35%. Es más frecuente en mujeres en una proporción 2:1 y se acostumbra a iniciar al principio de la edad adulta. El 30% de las personas que sufren este trastorno tenderán a la cronicidad.
El diagnóstico es CLÍNICO; es necesario realizar una adecuada anamnesis clínica con el paciente y/o familiares por parte de un profesional sanitario especializado. Se dispone de diferentes escalas para valorar la gravedad de los síntomas o trastornos comórbidos asociados.
Es necesario el abordaje multimodal: psicoeducación, tratamiento psicológico, cognitivo-conductual y tratamiento farmacológico en el caso de que existan comorbilidades psiquiátricas. La base del tratamiento es una buena relación médico-paciente que evite exploraciones complementarias innecesarias e iatrogenia.
Anamnesis clínica. Evaluación psicológica. Analítica sanguínea, constantes vitales, peso y talla.
Colaborar con los profesionales sanitarios con visitas regulares y programadas y gestión adecuada de la demanda de pruebas complementarias para evitar iatrogenia. Hacer actividad física de forma regular, intentar tener un buen descanso nocturno, estar activo y participar en actividades laborales y/o de ocio, aprender y practicar terapias de relajación tipo mindfulness y evitar el consumo de tóxicos.
Dra. Amanda Rodríguez-Urrutia
El dolor pélvico crónico se define como un "dolor crónico o persistente de las estructuras relacionadas con la pelvis tanto de los hombres como de las mujeres". Frecuentemente causa un impacto tanto en el ámbito del comportamiento, como cognitivo, sexual y emocional. Se manifiesta a menudo como disfunciones ginecológicas, sexuales, intestinales o del propio suelo pélvico. Por lo tanto su abordaje es MULTIDISCIPLINAR.
El dolor pélvico crónico tiene que tener una duración de 6 meses como mínimo y afectar la zona pélvica, la pared abdominal del ombligo hacia abajo, la zona lumbosacra de la espalda y/o las nalgas y tiene que ser de suficiente intensidad para provocar discapacidad en el paciente y/o precisar atención médica.
Obviamente esto provoca una clara afectación sobre la calidad de vida de las personas que sufren esta enfermedad.
El origen es incierto pero se sabe que se gesta por múltiples condiciones biológicas, orgánicas, psicológicas y ambientales que interaccionan de forma no lineal generando una vulnerabilidad para presentarlo. Existe una clara hiperfrecuentación a múltiples especialistas por parte de los pacientes, con peticiones de exploraciones complementarias, que pueden llegar a ser iatrogénicas donde el enfermo a menudo se siente incomprendido y maltratado por el sistema sanitario.
Se trata más de la descripción de una condición clínica que no tanto de un diagnóstico como tal y por eso los síntomas pueden ser muy variados pero siempre focalizados en el dolor persistente. Tendrá un impacto muy importante en las mujeres en edad reproductiva y el impacto sobre la calidad de vida variará mucho en función de las causas. No podemos olvidar que impactará muy seriamente sobre la esfera sexual de los pacientes y eso puede provocar problemas de carácter psicológicos muy relevantes.
La prevalencia del dolor pélvico crónico en el ámbito epidemiológico es muy variable según los estudios. Seguramente esto tenga que ver con aspectos socioculturales. Puede ir del 6,4% al 25,4% en las mujeres según los últimos estudios y es inferior entre los hombres donde se sitúa entre el 2% y el 17%. Es muy probable que en el caso de los hombres exista una infravaloración de esta prevalencia en relación con una menor predisposición para consultar problemas que también afectan a la esfera sexual.
El diagnóstico es clínico, es necesario realizar una adecuada anamnesis clínica con el paciente y/o familiares por parte de un profesional sanitario especializado. Se dispone de diferentes escalas para valorar la gravedad de los síntomas o trastornos comórbidos asociados, y de pruebas neuropsicológicas que evalúan las dificultades cognitivas de atención y concentración. También existen las pertinentes pruebas complementarias para descartar organicidad y poder hacer un buen diagnóstico.
Es necesario el abordaje multimodal: psicoeducación, tratamiento psicológico y tratamiento farmacológico. Al existir también una afectación de la sexualidad tenemos que considerar muy importante el abordaje con las parejas de los pacientes, si es el caso. Se dispone de diferentes fármacos que han demostrado ser de ayuda para el control de síntomas, dado el caso. Es muy importante para el tratamiento generar una buena relación médico-paciente que evite exploraciones complementarias innecesarias e iatrogenia.
Anamnesis clínica. Entrevista psicológica. Exploración neuropsicológica. Analítica sanguínea, constantes vitales, peso y talla. Neuroimagen. Escáneres.
Colaborar con los profesionales sanitarios de las diferentes especialidades que tratan el dolor pélvico crónico. Programar visitas regulares y llevar a cabo la gestión adecuada de la demanda de pruebas complementarias e intervenciones médicas para evitar iatrogenia. Hacer actividad física regular, intentar tener un buen descanso nocturno, estar activo y participar en actividades laborales y/o de ocio, practicar terapias de relajación tipo mindfulness y evitar el consumo de tóxicos. Fisioterapia rehabilitadora.
Psiquiatría: Dr. J A Navarro Sanchis
El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es un trastorno psicopatológico grave caracterizado por inestabilidad emocional, conductas impulsivas, dificultad en las relaciones interpersonales y problemas de identidad. Debuta en la adolescencia y sin tratamiento puede interferir muy negativamente en el desarrollo psicosocial. Para mejorar el pronóstico es necesario realizar un diagnóstico y un tratamiento de instauración precoz.
El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es un trastorno asociado al neurodesarrollo. Se considera que es el resultado de la interacción entre una vulnerabilidad determinada biológicamente y una serie de circunstancias ambientales estresantes que comprometen el proceso de maduración emocional del individuo. Esto provoca que en la adolescencia se manifieste una capacidad para gestionar las emociones negativas más baja de lo que ya sería esperable a esta edad y se desarrolle un patrón de relaciones interpersonales caracterizado por la inestabilidad y la dependencia. En este contexto, empiezan a manifestarse conductas poco adaptativas para controlar el malestar, como las autolesiones o el consumo de drogas, que repercuten negativamente en el funcionamiento del sujeto a diferentes niveles: relación con la familia, rendimiento académico, vida afectiva y vida social. Además, las manifestaciones tempranas del TLP acostumbran a ir asociadas a una mayor impulsividad, por lo que el riesgo de conductas suicidas es muy elevado. La evolución del trastorno a lo largo de la vida, sin tratamiento, se asocia a importantes carencias a todos los niveles y abordajes terapéuticos de mayor complejidad, en relación con los que se pueden aplicar al adolescente o adulto joven.
La psicopatología del TLP se puede resumir en tres grupos clínicos, que agrupan criterios diagnósticos del trastorno:
1. Desregulación emocional, que incluye inestabilidad afectiva, ira inapropiada y miedo al abandono.
2. Relaciones alteradas, que incluye relaciones inestables, alteración de la identidad, sentimientos crónicos de vacío y alteraciones cognitivas relacionadas con el estrés.
3. Desregulación conductual, que incluye conductas autolesivas y conductas impulsivas en al menos dos áreas adaptativas
La prevalencia del TLP en la población general adulta se sitúa entre el 1,4 y el 5,9% y se considera el Trastorno de Personalidad (TP) más diagnosticado en los diferentes niveles asistenciales. En los adolescentes, el TLP tiene una prevalencia entre el 0,7 y el 2,7%. La clínica más característica del TLP es más frecuente en el sexo femenino. El hombre con TLP a menudo acaba siendo erróneamente diagnosticado de otros trastornos, por lo que se considera que no existe una diferencia real entre géneros.
El diagnóstico está basado en criterios clínicos identificados en una anamnesis estricta realizada por profesionales especializados. Es importante identificar la presencia de los rasgos de personalidad disfuncionales ya desde la adolescencia o en la edad adulta precoz. Es aconsejable complementar la anamnesis con entrevistas estructuradas para explorar tanto la psicopatología del TLP como la de otros TP y trastornos psicopatológicos de clínica similar, para hacer el diagnóstico diferencial y poder tratar de forma adecuada.
El tratamiento de elección es psicoterapéutico. Los psicofármacos, especialmente los antipsicóticos atípicos, incrementan la eficacia de la psicoterapia facilitando el autocontrol del paciente. Existen psicoterapias específicamente diseñadas para el tratamiento del TLP, como la terapia dialéctica conductual, la terapia basada en la mentalización y la terapia focalizada en la transferencia. El objetivo de las terapias es mejorar la capacidad para gestionar las emociones negativas y las relaciones interpersonales.
Anamnesis clínica. Entrevista estructurada de la psicopatología. Exploración neuropsicológica. Analítica sanguínea y determinación de tóxicos en orina. Constantes vitales y parámetros antropométricos.
Es importante la identificación y tratamiento precoz de conductas o trastornos asociados a un mayor riesgo para desarrollar un TLP, como por ejemplo las autolesiones o el Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad (TDAH). Es necesario potenciar todas aquellas estrategias orientadas a evitar el consumo de drogas y alcohol, principal factor de mal pronóstico en el TLP. Hay que trabajar para prevenir el deterioro del funcionamiento psicosocial del adulto con un TLP de larga evolución.
El trastorno de estrés postraumático es una condición clínica que se puede desarrollar después de una experiencia extremadamente traumática (p. ej.: desastres naturales, accidentales o de violencia interpersonal). Se describe por síntomas característicos, de reexperimentación, de hiperactivación, de evitación de estímulos relacionados con el acontecimiento y alteraciones del estado de ánimo y de la cognición.
A pesar de que la mayoría de las personas expuestas a un acontecimiento traumático se recuperan en un tiempo considerado breve y con pocos efectos negativos, algunas personas pueden desarrollar una variedad de respuestas que dificultan su recuperación. Algunas de estas respuestas son específicas de la esfera del estrés traumático, como el estrés agudo (TEA) y el estrés postraumático (TEPT), en sus diversas modalidades. Actualmente, de acuerdo con el Manual para el diagnóstico de los trastornos mentales (DSM 5) se definen cuatro grupos de síntomas para su diagnóstico, después de una experiencia traumática, requiriendo una duración de los síntomas superior a un mes y dando lugar a un malestar clínicamente significativo o un deterioro importante del funcionamiento del paciente. Puede estar acompañado de síntomas disociativos (despersonalización y/o desrealización) y presentarse con una expresión retardada (si la totalidad de los criterios no se cumplen hasta al menos 6 meses después del acontecimiento).
Aunque la exposición al acontecimiento traumático es el hecho precipitante para su desarrollo, cada vez es más evidente que factores de riesgo biológicos y psicosociales pueden ser predictores de la instauración de los síntomas, de su gravedad y de la cronicidad.
1. Síntomas de INTRUSIÓN (1 o más): recuerdos, pesadillas, reacciones disociativas, malestar psicológico y/o fisiológico intenso ante claves evocativas del trauma.
2. Síntomas de EVITACIÓN (de 1 o más estímulos relacionados con el trauma): recuerdos, personas, lugares...
3. La alteración de la ALERTA y la reactividad asociada al trauma (irritabilidad, hipervigilancia, problemas de concentración, respuestas de sobresalto exageradas).
4. Alteraciones negativas cognitivas y del estado de ánimo.
El TEPT se ha identificado en personas de todo el mundo que han sufrido una experiencia de naturaleza traumática. Su prevalencia varía en función de la intensidad y tipo de experiencia traumática, así como de varios factores de vulnerabilidad (sociales, económicos, culturales, biológicos).
El diagnóstico es CLÍNICO, y es necesario hacer una adecuada evaluación por parte de un profesional sanitario experto. Se dispone de diferentes escalas para valorar la gravedad de los síntomas y/o trastornos comórbidos asociados (especialmente de los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y de abuso de sustancias).
Los tratamientos basados en la evidencia indican un abordaje multimodal: psicoeducación, tratamientos psicológicos específicos (p. ej.: terapia cognitiva conductual focalizada en trauma, terapia de exposición y el EMDR) y tratamientos farmacológicos (p. ej.: los ISRS, principalmente sertralina y paroxetina)
Anamnesis clínica. Entrevista psiquiátrica y psicológica, con apoyo de escalas y cuestionarios validados.
Cribado en grupos de riesgo para un diagnóstico y tratamiento precoces.
El Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad (TDAH) es un trastorno del neurodesarrollo, de origen neurobiológico, que se inicia en la infancia pero puede continuar en la adolescencia y la edad adulta.
Los pacientes con este trastorno pueden tener dificultades para mantener la atención, pueden ser hiperactivos e inquietos, y/o pueden actuar de forma impulsiva.
Los síntomas del TDAH se manifiestan en diferentes actividades y áreas, como la escuela, el trabajo o en cualquier otro ambiente social.
1) Inatención: dificultades para mantener la atención, errores por olvidos, falta de organización y planificación, pérdida u olvido de las cosas, distracción fácil.
2) Hiperactividad: movimiento en exceso, dificultades para relajarse o permanecer sentado, sensación de motor interno, muchas ganas de hablar.
3) Impulsividad: respuestas precipitadas, dificultad para esperar, interrupciones constantes. También presentan inestabilidad emocional, baja autoestima, fracaso académico, inestabilidad laboral y familiar.
La prevalencia del TDAH se sitúa en términos generales en torno al 3-7%. El 50% de los niños seguirán teniendo síntomas clínicos durante la adolescencia y en la etapa adulta.
El TDAH es más frecuente en el sexo masculino que en el femenino entre la población general, con una proporción 2:1 en niños y 1,6:1 en adultos. El sexo femenino tiene más tendencia a presentar principalmente inatención.
El diagnóstico es CLÍNICO, es necesario realizar una adecuada anamnesis clínica con el paciente y/o familiares por parte de un profesional sanitario especializado. Se dispone de diferentes escalas para valorar la gravedad de los síntomas o trastornos comórbidos asociados, y de pruebas neuropsicológicas que evalúan las dificultades de atención y la disfunción ejecutiva.
Es necesario el abordaje multimodal: psicoeducación, tratamiento psicológico y tratamiento farmacológico. En el caso de población infantil, el abordaje incluye entrenamiento de padres e intervención escolar. Se dispone de diferentes fármacos psicoestimulantes y no psicoestimulantes que han demostrado ser eficaces y seguros para el control de los síntomas.
Anamnesis clínica. Entrevista psicológica. Exploración neuropsicológica. Analítica sanguínea, constantes vitales, peso y talla.
La terapia electroconvulsiva (TEC) consiste en producir una ligera actividad convulsiva mediante la administración de un estímulo eléctrico corto y controlado de frecuencia variable a través de electrodos que se colocan en la superficie craneal. Esta actividad convulsiva produce cambios bioquímicos en el cerebro que ayudan a la mejora, o incluso a la remisión de los síntomas.
La TEC es un tratamiento médico seguro y eficaz, indicado sobre todo en los trastornos depresivos: Depresión mayor grave con síntomas psicóticos o con alto riesgo de suicidio y deterioro físico grave. También está indicada en determinados trastornos psicóticos, manía aguda y trastornos mentales graves resistentes al tratamiento farmacológico. Asimismo, la TEC está indicada en patologías no psiquiátricas del ámbito de la neurología como la epilepsia refractaria, enfermedad de Parkinson, síndrome neuroléptico maligno y discinesia tardía.
Su aplicación ha evolucionado notablemente, es una técnica indolora que se realiza bajo control anestésico breve, con miorrelajación y ventilación artificial. Se induce una estimulación eléctrica con aparatos asistidos por ordenador modulares que monitorizan electroencefalográficamente una convulsión ligera inducida por ondas de pulsos breves. De este modo se consigue administrar la mínima intensidad en la estimulación eléctrica con una disminución de los efectos secundarios cognitivos y una reducción drástica de las complicaciones asociadas al tratamiento. Se considera, hoy en día, que es una técnica sin contraindicaciones absolutas.
Sin embargo, pacientes con trastornos psiquiátricos refractarios a los tratamientos convencionales no han sido tratados con la TEC, a pesar de su alto grado de seguridad y predictibilidad terapéutica. Esta inhibición terapéutica puede ser debida al estigma basado en creencias desfasadas en relación al tratamiento.
El Servicio de Psiquiatría ofrece una asistencia clínica de alta calidad a los pacientes con problemas de salud mental y adicciones. Este servicio se complementa con una tarea docente vinculada a la Universidad Autónoma de Barcelona y unos programas de investigación altamente competitivos adscritos al Vall d'Hebron Instituto de Investigación.
En el Servicio de Psiquiatría tenemos la misión de ser el recurso asistencial hospitalario de referencia del sector sanitario Barcelona Norte para población con problemas de salud mental y adicciones. Ofrecemos un tratamiento integral y un servicio eficaz, efectivo y eficiente basado en la calidad profesional de nuestro personal, la idoneidad de sus instalaciones y la coordinación integrada con todos el recursos de salud mental del sector.
La Unidad Docente de Neurología en el Hospital Universitario Vall d'Hebron está formada por el Servicio de Neurología y trabaja con la participación de los servicios de Medicina Interna, Cardiología, Psiquiatría, Neurocirugía, Neurofisiología, Neurorradiología, Pediatría y la Unidad de Urgencias.
Itinerario formativo de Neurología
En la actividad asistencial el trabajo del neurólogo integra la elaboración de historias clínicas, la recogida semiológica de datos, el uso correcto de exploraciones complementarias y la precisión en el diagnóstico clínico y etiológico, y la elección de tratamientos paliativos. Por otra parte, destacamos el papel de la relación entre los médicos residentes y los pacientes en el ejercicio de las competencias básicas en neurología.
Gran parte de los cuadros clínicos y las enfermedades neurológicas pueden llegar a suponer emergencias vitales como es el caso de un ictus o el lupus. Por ello, a partir del segundo año la participación en las guardias de urgencias neurológicas se convierte en un aspecto clave del trabajo de los médicos, y se lleva a cabo siempre bajo supervisión. Además, es necesario que los neurólogos hagan también rotaciones en la asistencia neurológica ambulatoria.
Los estudios de investigación son una parte de la práctica que el neurólogo tiene que fomentar y desarrollar poniendo un especial énfasis en la aptitud ética a la hora de llevar a cabo su investigación.
La investigación en neurociencias debe ser tutorizada y requiere una formación estricta en metodología científica, así como en los aspectos bioéticos y la comunicación científica.
Itinerario formativo de Psiquiatría y Psicología clínica
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