Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
¿Quieres saber cómo será tu estancia en el Hospital Universitario Vall d'Hebron? Aquí encontrarás toda la información.
La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La gastroenteritis es una infección que provoca diarrea, es decir, un aumento de las deposiciones que, además, son más blandas. Habitualmente puede ir acompañada de vómitos, fiebre y dolor de barriga.
Cada vez que los niños tienen diarreas o vomitan pierden líquidos y los tienen que recuperar bebiendo, lo que se denomina "por vía oral". Para conseguirlo, se pueden usar sueros hiposódicos.
Si vomita con facilidad, es necesario que se tome el suero hiposódico poco a poco (una cucharada cada 5 minutos). Y si no vomita, hay que ir aumentando la cantidad progresivamente.
Cuando no vomite, se le deben ofrecer pequeñas cantidades de comida. Nunca se le tiene que forzar a que coma y la aportación de líquidos debe continuar entre las comidas.
El niño no tiene que estar en ayuno. Hay que ir ofreciéndole comida sin forzarlo. Normalmente los niños con gastroenteritis no tienen mucha hambre. En caso de lactancia materna, hay que aumentar el número de tomas. Los biberones de leche se deben seguir preparando con las dosis habituales, no se tienen que diluir.
Por otra parte, la dieta astringente no es imprescindible, con una alimentación suave, que le apetezca, es suficiente. Los alimentos que toleran mejor son los cereales, arroz y trigo; la patata; el pan; la carne magra; la verdura; el pescado; el yogur y la fruta. Hay que evitar los alimentos flatulentos, con mucha grasa y azúcar.
Para reponer el líquido perdido, no utilizar soluciones caseras, ni refrescos comerciales. Son recomendables las soluciones preparadas para la rehidratación.
No administrar medicamentos para los vómitos o la diarrea sin consultarlo con un pediatra.
La fiebre es la respuesta del cuerpo ante una infección y es el signo más común de una enfermedad. Es un mecanismo de defensa del cuerpo para combatir una posible infección. Consideramos que hay fiebre cuando la temperatura del cuerpo supera los 38 °C en el recto o los 37,5 °C en la axila. Entre 37 y 38 grados lo denominamos febrícula o décimas. Junto con la fiebre puede aparecer sensación de frío, malestar, falta de apetito, pero normalmente los pequeños la toleran bien.
La fiebre no es una enfermedad sino una respuesta defensiva del cuerpo. Los tratamientos para la fiebre sirven para aliviar el malestar.
Para saber si hay fiebre, hay que utilizar un termómetro siempre. El termómetro digital es el más indicado. Para utilizarlo es necesario que lo coloquemos en la axila de la persona enferma durante aproximadamente dos minutos, hasta que suene la alarma. En los lactantes se puede introducir en el recto; pero hay que tener en cuenta que en esta vía se considera fiebre cuando la temperatura obtenida es mayor de 38 °C.
Si aunque hemos aplicado las medidas anteriores, la fiebre se mantiene por encima de los 38 ºC y el niño tiene malestar general, se pueden administrar antitérmicos.
Los medicamentos que se usan a menudo son el paracetamol y el ibuprofeno. Ambos se pueden administrar en gotas o jarabe.
En resumen, cuando tenemos una infección y el cuerpo sube de temperatura, se produce lo que denominamos fiebre. Los antitérmicos no curan la infección, solo alivian sus síntomas.
La enfermedad meningocócica (meningitis) es una enfermedad infecciosa grave causada por una bacteria denominada meningococo que se transmite mediante las secreciones faríngeas y nasales.
El riesgo de contagio de la meningitis aumenta si se tiene contacto estrecho con la persona enferma (si se duerme en la misma habitación, si se vive en la misma casa, si se dan besos en la boca...), pero no hay que desinfectar los objetos ni los espacios porque el meningococo resiste muy poco tiempo fuera del organismo.
Las medidas para prevenir esta enfermedad son:
La actuación adecuada ante un caso de meningitis es administrar los antibióticos a la familia y a las demás personas que conviven con la persona afectada.
Si la enfermedad la produjera el meningococo del grupo B, la única medida preventiva, y la más frecuente en nuestro país, es la quimioprofilaxis, que pretende eliminar el microorganismo de la faringe. De esta manera, se evita que durante unos días circule entre las personas que han tomado la medicación.
En caso de que la enfermedad la produjera el meningococo del grupo C, además de administrar la quimioprofilaxis, se vacunarán las personas próximas que no hayan recibido la vacuna.
Si se tiene constancia de que alguien ha tenido contacto íntimo con la persona enferma durante los diez días anteriores a la aparición de la enfermedad y a dicha persona no se le ha administrado quimioprofilaxis, hay que comunicarlo al personal sanitario.
Actualmente, el virus del Zika afecta mayoritariamente a algunos países de la América Latina. Por lo tanto, con el fin de evitar el riesgo de contagio se aconseja no viajar a estos países durante el embarazo. Aunque todavía no existe ninguna vacuna para prevenir el virus, las medidas de prevención resultan fundamentales para evitar el contagio.
Las recomendaciones para prevenir la enfermedad por el virus del Zika se dirigen especialmente a las mujeres embarazadas o que estén pensando quedarse en estado a corto o medio plazo. La posibilidad de transmitir la infección al feto hace que el colectivo más sensible sea, por lo tanto, el de las embarazadas. Por este motivo se recomienda:
Otra medida de prevención es evitar la proliferación de los mosquitos, lo que se puede llevar a cabo a partir de una detección y revisión periódica de los lugares donde se reproducen estos insectos. Una vez localizados los puntos de cría, las medidas se tienen que centrar, según el caso, en:
Los niños con una inmunodeficiencia primaria (IDP) están más predispuestos a sufrir infecciones recurrentes, persistentes, graves e inusuales. Es por este motivo que hay que tener en cuenta las precauciones necesarias para prevenirlas.
Las inmunodeficiencias primarias (IDP) son un grupo de enfermedades genéticas con alteraciones del sistema inmunitario. Existen más de 300 tipos de IDP diferentes, desde enfermedades relativamente leves hasta otras mucho más graves que pueden incluso llegar a ser mortales si no reciben un tratamiento adecuado.
Independientemente de la edad de inicio de la enfermedad, hay que considerarlas un proceso crónico para toda la vida. Además, a menudo, los síntomas iniciales se asemejan a los de enfermedades comunes (sinusitis, otitis, fiebre...), lo que comporta un retraso en su diagnóstico.
Los signos de alarma siguientes pueden hacer sospechar de un déficit inmunitario:
Estos niños están más predispuestos a tener infecciones recurrentes, persistentes, graves e inusuales. Al mismo tiempo, son más propensos a sufrir enfermedades autoinmunes, alergias y neoplasias.
Es por este motivo que se deben tomar unas precauciones para prevenir las infecciones. La rigidez con que se tendrán que aplicar estas medidas dependerá de la gravedad del cuadro que presente y habrá que consensuarlas con el personal médico:
La decisión del tratamiento corresponde a los pediatras y dependerá del tipo de IDP y de otros factores. Así, la mayoría de estos niños pueden requerir el tratamiento siguiente:
Actualmente hay canales excelentes de colaboración entre las organizaciones más importantes de IDP, que proporcionan conexiones óptimas entre el personal médico y los científicos (ESID), el personal de enfermería (INGID) y los pacientes (IPOPI).
En Cataluña existe la Asociación Catalana de Déficits Inmunitarios Primarios (ACADIP) que tiene el objetivo de dar apoyo a estos pacientes y a sus familiares, y velar para que la comunidad científica intensifique su trabajo de investigación con nuevos tratamientos para las IDP. Puedes obtener más información en la web de la asociación: www.acadip.org.
En el momento que se diagnostica la hipertensión pulmonar (HAP) es esencial seguir el tratamiento farmacológico, así como modificar los hábitos del niño. La constancia en los dos aspectos es necesaria para el buen control de la enfermedad.
En primer lugar, será importante tener en cuenta los aspectos siguientes:
La hipertensión pulmonar requiere cuidados de un elevado grado de especialización, por lo tanto, es necesario que cada caso se concentre en unidades de referencia con un equipo multidisciplinar.
El personal de enfermería capacita a los cuidadores principales y, según la edad, al niño para adquirir los conocimientos, habilidades y aptitudes necesarios para poder realizar el manejo y el tratamiento en el domicilio.
Aunque el síntoma principal es la disnea, inicialmente a partir del ejercicio y posteriormente con reposo, los síntomas en pediatría son inespecíficos y dependen de la edad y la evolución de la enfermedad:
Hay que vigilar los signos de alarma siguientes, y si aparecen, visitar al médico:
La epidermólisis ampollosa es un grupo de enfermedades hereditarias que pueden presentarse de varias maneras, desde formas más leves hasta otras más graves: afectan a la piel y las mucosas, implican la formación de ampollas y vesículas después de traumatismos mínimos, y pueden afectar, de modo variable, a otros órganos.
Lo mejor es que tanto los pacientes como su familia y sus cuidadores reciban una educación sanitaria integral, especialmente desde el momento del diagnóstico, en los primeros días de vida del bebé, durante los que ya puede presentar lesiones de tipo cutáneo.
La educación será realizada por profesionales que tienen que prevenir su evolución y las complicaciones derivadas de esta patología desde las disciplinas siguientes:
La piel afectada por el epidermólisis ampollosa es excesivamente sensible a la mínima presión o fricción, con la consiguiente formación de ampollas. Para evitar daños, hay que tener en cuenta las recomendaciones siguientes:
La forma más efectiva de evitar la enfermedad es la vacunación. La vacuna antidiftérica tiene una eficacia alta y se administra como parte del Programa de vacunaciones sistemáticas en Cataluña.
La difteria se transmite por vía respiratoria, fundamentalmente, y por contacto directo con una persona enferma o una portadora sana de la bacteria. Es una enfermedad que puede afectar a las amígdalas, la faringe, la laringe, la mucosa de la nariz y, mucho menos frecuentemente, a la piel u otras membranas mucosas. La bacteria forma placas de membranas de color grisáceo con una zona inflamada de color rojo apagado alrededor, que en el caso de la nariz y la garganta pueden obstruir las vías respiratorias.
Algunas personas pueden ser portadoras de la bacteria en la nariz o en la garganta. Si estas personas están vacunadas no desarrollarán la enfermedad, pero podrán transmitir la bacteria a otras personas mediante las gotitas que se producen al estornudar o toser. La existencia de portadores es muy poco frecuente en las poblaciones en las que no hay casos de la enfermedad.
Los pacientes con el síndrome de Asperger necesitan un entorno estable y previsible al que se puedan adaptar fácilmente. Es clave para su bienestar que establezcan rutinas según sus intereses, que se organicen el tiempo, que se evite la inactividad o la dedicación excesiva y que no se provoquen cambios bruscos. Aunque este síndrome no tiene cura, un tratamiento adecuado y la implicación de la familia puede mejorar la calidad de vida de las personas pacientes.
Las personas con síndrome de Asperger pueden presentar diferentes necesidades según la edad, el entorno o la conciencia que tengan de sus dificultades. Es por ello que es necesario que dispongan de un programa personalizado que dé respuesta a cada caso concreto.
El objetivo de estos programas personalizados pretende:
Es importante tratar su desarrollo desde diferentes disciplinas. Estas pueden incluir tratamientos cognitivos, programas de habilidades sociales y terapia ocupacional para el paciente. También hay que tener en cuenta pautas sobre cómo resolver conflictos y cómo gestionar grupos psicoeducativos para las familias o los cuidadores.
En la edad infantil, desde el punto de vista afectivo y emocional, es importante aprender a identificar las señales de alarma en el estado de ánimo. Así podemos prevenir dificultades en el manejo de la rabia y la baja tolerancia a la frustración, ya que son pacientes con una elevada sensibilidad a la crítica. En este sentido es necesario evitar el castigo tanto como sea posible y establecer más refuerzos positivos.
Todas estas pautas deben establecerse en un espacio en que las diferencias que presenta el niño o adolescente sean valoradas positivamente, y se comprendan sus limitaciones, pero también sus posibilidades y los aspectos positivos.
En la edad adulta, muchas de estas características se mantienen, puesto que el síndrome de Asperger no tiene cura. De todos modos, un tratamiento personalizado, la implicación de la familia y una buena comunicación con los profesionales pueden permitir una mejor calidad de vida.
La artritis idiopática juvenil (AIJ) es una enfermedad crónica caracterizada por la inflamación persistente de las articulaciones que se inicia antes de los 16 años.
Síntomas
Los síntomas principales son dolor, hinchazón y aumento de calor en las articulaciones, con rigidez y dificultad para la movilidad. Unas veces el comienzo es lento, insidioso y progresivo. El niño puede estar cansado o irritable si es más pequeño. Los niños más mayores pueden notar rigidez al movilizar las articulaciones cuando se levantan por la mañana. Otras veces, el comienzo es agudo y grave, con la presencia de síntomas generales como malestar general, fiebre, manchas en la piel o hinchazón de varias articulaciones.
¿A quién afecta la enfermedad?
La AIJ es una enfermedad relativamente rara que afecta a entre 1 y 2 niños de cada 1000.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de la AIJ se basa en la presencia de artritis persistente y en la exclusión cuidadosa de cualquier otra enfermedad a través de la historia clínica, la exploración física y las analíticas. Se considera AIJ cuando la enfermedad comienza antes de los 16 años, los síntomas duran más de 6 semanas y se han descartado las demás enfermedades que podrían ser responsables de la artritis.
Tratamiento habitual
El tratamiento debe instaurarse de forma precoz y cada niño debe considerarse individualmente, por lo que la terapéutica va a tener distintos niveles de intensidad en función del tipo, momento y gravedad de la enfermedad. Su objetivo es cuidar el desarrollo íntegro del niño, tanto físico como psíquico, para intentar mejorar en todos los aspectos su calidad de vida. Para conseguir que no queden secuelas o estas sean mínimas, se necesita un esfuerzo continuo y una estrecha colaboración entre el niño y sus padres o familia con diferentes especialistas. Es fundamental que los padres conozcan la naturaleza de esta enfermedad; el niño lo irá comprendiendo en función de su edad.
Pruebas más habituales
En el momento del diagnóstico, son útiles ciertas pruebas analíticas, junto con exploraciones de las articulaciones y revisiones oculares para definir mejor el tipo de AIJ e identificar a los pacientes en riesgo de desarrollar complicaciones específicas, como iridociclitis crónica. El factor reumatoide (FR) es prueba analítica que detecta un autoanticuerpo que, si da positivo y se encuentra de forma persistente en una alta concentración, indica un subtipo de AIJ.
Los anticuerpos antinucleares (ANA) suelen dar positivo en las pruebas en pacientes con AIJ oligoarticular de inicio temprano. Esta población de pacientes con AIJ tiene un mayor riesgo de desarrollar iridociclitis crónica y, por tanto, se les deben programar exploraciones oculares con una lámpara de hendidura (cada tres meses).
El HLA-B27 es un marcador celular que es positivo hasta en el 80 % de los pacientes con artritis asociada a entesitis. En cambio, solo es positivo en el 5 %-8 % de las personas sanas.
Son útiles otras exploraciones, como la velocidad de sedimentación globular (VSG) o la proteína C reactiva (PCR), que miden el grado de inflamación general. Sin embargo, las decisiones de diagnóstico y tratamiento se basan más en las manifestaciones clínicas que en las pruebas analíticas. En función del tratamiento, los pacientes pueden necesitar análisis periódicos (como hemogramas, análisis de la función hepática, análisis de orina) para comprobar la presencia de efectos secundarios del tratamiento y evaluar una posible toxicidad farmacológica que pueda no presentar síntomas.
La inflamación en la articulación se evalúa principalmente por la exploración clínica y algunas veces mediante estudios de imagen, como las ecografías. Las radiografías periódicas o las resonancias magnéticas (RM) pueden ser útiles para evaluar la salud y el crecimiento óseos y adaptar así el tratamiento.
Servicios relacionados que tratan esta enfermedad:
Unidad de Reumatología Pediátrica Pediatría Oftalmología Pediátrica Traumatología Pediátrica
Associació Espanyola de Febre Mediterrània Familiar i Síndromes Autoinflamatoris
FEDER
Lliga Reumatològica Catalana
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