Somos la suma de cuatro hospitales: el General, el Infantil, el de la Mujer y el de Traumatología, Rehabilitación y Quemados. Estamos ubicados en el Vall d'Hebron Barcelona Hospital Campus, un parque sanitario de referencia internacional donde la asistencia es una rama imprescindible.
El paciente es el centro y el eje de nuestro sistema. Somos profesionales comprometidos con una asistencia de calidad y nuestra estructura organizativa rompe las fronteras tradicionales entre los servicios y los colectivos profesionales, con un modelo exclusivo de áreas de conocimiento.
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La apuesta por la innovación nos permite estar en vanguardia de la medicina, proporcionando una asistencia de primer nivel y adaptada a las necesidades cambiantes de cada paciente.
La gripe es una enfermedad respiratoria infecciosa causada por el virus influenza, del que existen 3 tipos (A, B y C) y varios subtipos. Es una enfermedad que puede presentar un amplio abanico de formas clínicas: desde infecciones asintomáticas hasta cuadros respiratorios que se pueden complicar. Los virus de la gripe circulan durante los meses de invierno en nuestro medio, produciendo epidemias estacionales. Los virus gripales que circulan cada temporada no tienen la misma patogenicidad y la susceptibilidad de la población frente a los virus tampoco es homogénea. Por ello, la intensidad de las epidemias de gripe varía de un año a otro, tanto por la cantidad de personas afectadas como por lo que respecta al espectro clínico de las infecciones. La vacunación antigripal es la medida de prevención primaria más efectiva para prevenir la gripe y sus complicaciones.
La gripe se transmite de una persona enferma a otra a través de las gotitas que se expulsan con la tos y los estornudos. La capacidad de transmisión se inicia desde el día antes de la aparición de los síntomas y persiste durante cinco días después.
Se estima que la gripe estacional puede afectar entre el 5% y el 20% de la población general, y que aproximadamente el 25% de los procesos respiratorios febriles podrían ser producidos por la gripe. Esta morbilidad elevada da lugar a un número importante de consultas médicas y de días laborables perdidos como consecuencia de la enfermedad. Además, determinadas personas, como las de edad avanzada, las que tienen enfermedades crónicas, las que están inmunodeprimidas y las mujeres embarazadas, entre otras, pueden sufrir la enfermedad con más gravedad y es frecuente que presenten complicaciones durante su evolución. Por estos motivos la gripe sigue siendo un problema importante de salud pública.
La gripe cursa con fiebre elevada, tos seca, dolor de cabeza y de garganta, dolor muscular y malestar general. También puede provocar diarreas, náuseas y vómitos, sobre todo en niños pequeños. En la mayoría de los casos, las personas se recuperan en 7-10 días.
La gripe puede afectar a cualquier persona, pero los más vulnerables de sufrir complicaciones son los niños menores de 2 años, las personas de edad igual o superior a 60 años, las embarazadas, las personas con obesidad mórbida y las personas de cualquier edad que sufran alguna de las enfermedades siguientes: cardiovasculares, pulmonares (incluida displasia broncopulmonar, fibrosis quística y asma), neurológicas, neuromusculares, metabólicas (incluida diabetes mellitus), insuficiencia renal, inmunosupresión, cáncer, enfermedades hepáticas crónicas, asplenia y hemoglobinopatías.
El diagnóstico de la gripe generalmente es clínico y no requiere pruebas de laboratorio. No obstante, el diagnóstico microbiológico es fundamental para poder disponer de confirmación etiológica en pacientes con factores de riesgo y en enfermos graves. La detección del virus en muestras respiratorias se puede hacer por cultivo, por técnicas de detección de antígeno y por métodos moleculares.
No existe tratamiento específico para la gripe. Se recomienda dar un tratamiento con analgésicos y antitérmicos (paracetamol) para aliviar o tratar algunos de los síntomas asociados a la gripe, como la fiebre o el dolor de cabeza.
Los antibióticos no curan la gripe. Solo en aquellos casos en que haya una sobreinfección bacteriana, como la neumonía, o en enfermos crónicos, puede estar indicado un tratamiento antibiótico preventivo para evitar complicaciones.
Los antivirales, como el oseltamivir o el zanamivir, pueden estar indicados en personas con alto riesgo de complicaciones para reducir la duración de la gripe y la posibilidad de complicaciones, pero se tienen que empezar a tomar antes de que pasen 48 horas desde el inicio de los síntomas.
La mejor forma de protegerse de la gripe es la vacunación y seguir unas buenas prácticas de higiene para evitar la propagación del virus. El objetivo de la vacunación antigripal anual es generar protección contra los virus gripales que circularán durante la temporada de gripe. Las autoridades sanitarias y las sociedades científicas de todo el mundo recomiendan de manera unánime la vacunación antigripal estacional de las personas de alto riesgo. Las vacunas antigripales son muy seguras y bien toleradas con una efectividad que oscila entre el 30% y el 70% para prevenir la hospitalización por gripe y la neumonía. En las personas mayores residentes en instituciones, las vacunas han demostrado ser efectivas entre el 50% y el 60% para prevenir la hospitalización o la neumonía, y el 80% para prevenir la muerte por gripe.
La sepsis es una afección potencialmente mortal que se produce cuando el cuerpo responde ante una infección y ataca sus propios tejidos y órganos. En determinadas ocasiones se da una disfunción orgánica (por ejemplo, hipotensión), que comporta una respuesta anómala ante la infección y se traduce en un cuadro clínico muy grave.
Un choque séptico surge cuando las anormalidades de la circulación, celulares y metabólicas son tan profundas como para aumentar la mortalidad. Eso se puede identificar por la hipotensión persistente que necesita vasopresores para mantener la presión arterial y los niveles de lactato sérico. Con estos criterios, a pesar de la reposición adecuada de volumen, la mortalidad hospitalaria es superior al 40 %.
La sepsis comporta una historia sugestiva de infección que altera el cuerpo y se desencadena en signos que se pueden asociar a una disfunción orgánica o a una hipoperfusión sistemática. Estos síntomas son:
Cada año se da una media de 212,7 enfermos de sepsis por cada 100.000 habitantes en la red sanitaria catalana. En concreto, entre los años 2008 y 2012 se detectaron 82.300 personas con casos de sepsis grave y, en 2012, se registraron 20.228 casos.
Con respecto al Vall d'Hebron, en 2010 ingresaron en el Servicio de Medicina Intensiva 232 pacientes con esta patología, una cifra que supone el 25,2 % de los ingresos en este servicio.
Para detectar la sepsis se hacen las pruebas siguientes:
El tratamiento precoz puede mejorar el pronóstico. Por este motivo, se activa un Código de Sepsis:
Para prevenir esta patología es vital la detección precoz del paciente que muestre una historia sugestiva de infección y que tenga una disfunción orgánica. Además, en algunas ocasiones es necesaria la vacunación.
El virus del papiloma humano (VPH) en general se transmite por la vía sexual y, principalmente, infecta la piel (pene, vulva, ano) o las mucosas (vagina, cuello uterino y recto) de las áreas genitales tanto de los hombres como de las mujeres. Asimismo, puede surgir en el área bucal y de la zona faringoamigdalar.
Es una transmisión muy frecuente y en la mayoría de casos no produce ninguna patología. No obstante, puede desencadenar una enfermedad benigna en forma de verrugas o, con menor frecuencia, diferentes tipos de cáncer. En el caso de la mujer, el VPH puede producir cáncer en el cuello uterino.
El virus del VPH se transmite por contacto directo, piel con piel y sexual, y no por los fluidos. En la mayoría de las ocasiones, un 90 % de los casos, desaparece de manera espontánea, pero mientras el virus está presente es transmisible.
El VPH se clasifica en función del riesgo que tiene o no de desarrollar cáncer:
Hay que destacar que una persona se puede infectar con más de un tipo de VPH. Además, la persistencia de una infección puede acabar desarrollando un cáncer en el cuello uterino, la vulva, el pene, el ano o la orofaringe.
En concreto, el virus inicia unos cambios displásicos en las células epiteliales que evolucionan hasta que se produce un cáncer invasivo. Eso sucede progresivamente y desde que se produce la infección hasta que se desarrolla la enfermedad pueden pasar hasta veinte años.
Pueden aparecer verrugas genitales o salir como pequeñas protuberancias o grupos de ellas en la zona genital de varios tamaños y formas.
En el caso del cáncer no aparecen síntomas hasta que no se está en un periodo muy avanzado. En el de cuello uterino los síntomas que se manifiestan son:
En Cataluña la incidencia del cáncer uterino es de 7,2 casos por cada 100.000 mujeres al año (2003-2007), lo que implica que represente el 2,8 % de todos los tumores del sexo femenino. Entre la franja de edad de entre 35 y 64 años esta incidencia asciende hasta los 16,1 casos por cada 100.000 mujeres. Además, el riesgo de desarrollar esta patología es de una por cada 106 de las mujeres que viven hasta los 75 años.
En el caso del cáncer anal tiene una incidencia anual de 1,8 casos por cada 100.000 habitantes, pero en el caso del grupo de hombres que tienen relaciones con otras personas del mismo sexo y están infectados por el VIH la afectación sube hasta los 70 o 128 casos por cada 100.000 hombres.
Cuando aparecen verrugas, el diagnóstico suele ser clínico o por biopsia. Con respecto al cáncer, se detecta por medio de una citología, que permite ver los cambios anómalos en las células antes de que se desarrolle. Si esta prueba resulta anómala se puede complementar con una colposcopia, que permite examinar el cuello del útero a través de una lupa y tomar muestras.
Principalmente, la detección del VPH forma parte de una estrategia preventiva para detectar el virus antes de que este se convierta en una patología.
No existe un tratamiento antiviral específico para el VPH.
Con respecto a las verrugas, en la mayoría de los casos se pueden eliminar por medio de una cirugía, pomadas u otros tratamientos.
Si se desarrolla un cáncer, dependerá de la etapa en la que se diagnostique. Por ejemplo, si se detecta de una manera precoz en el cuello uterino puede comportar la extirpación de tejidos lesionados, mientras que, cuando está más avanzado, puede requerir una histerectomía, radioterapia o quimioterapia.
Para evitar la infección del VPH es esencial el uso del preservativo. En cambio, en el cáncer del cuello uterino la prevención se basa en una vacuna, que es altamente eficaz. También se realiza un cribado periódico mediante una citología cervical (prueba de Papanicolau). Sin embargo, esta estrategia se está cambiando por el uso de técnicas de detección del virus y así, junto con la citología, poder seguir las diferentes etapas del proceso de la enfermedad (adquisición, persistencia, progresión a lesiones precancerosas e invasión).
La difteria es una enfermedad infecciosa aguda causada por la bacteria Corynebacterium diphtheriae, que afecta exclusivamente a los humanos. Se puede manifestar con una afectación en el tracto respiratorio superior (amígdalas, laringe, faringe y mucosa nasal). La bacteria produce una exotoxina que es la responsable de las manifestaciones clínicas de la enfermedad. En adultos, puede llegar a ser mortal entre un 5 y un 10% de los casos y, en niños, la mortalidad llega al 20%.
La manifestación característica de la difteria respiratoria es la formación de membranas de color blanco grisáceo (pseudomembranas) en las amígdalas y la faringe. Las membranas suelen estar muy adheridas y eso hace que sangren con facilidad.
Los síntomas más frecuentes son:
Gracias a la vacunación, hacía más de tres décadas que no se diagnosticaba en el Estado español. Sin embargo, en 2015 se produjo un caso en un niño que no había sido vacunado.
La transmisión de la difteria se produce por vía respiratoria o por contacto físico estrecho con una persona enferma o una portadora sana de la bacteria que no haya desarrollado nunca los síntomas.
El periodo de incubación es de dos a siete días, y se transmite desde siete días antes del inicio de los síntomas hasta dos o tres semanas después.
El diagnóstico de confirmación se hace mediante un cultivo microbiológico de muestras clínicas (exudado nasal, faríngeo o de las pseudomembranas).
Es necesario administrar lo antes posible (en las primeras 48 horas del inicio de los síntomas, sin esperar a la confirmación diagnóstica del laboratorio) la antitoxina diftérica y el tratamiento antibiótico con penicilina G procaína.
La principal medida para prevenir la difteria es la vacunación, que protege en el 95 % de los casos. Se tienen que administrar dosis de forma periódica, ya que el efecto no dura para siempre.
La vigilancia epidemiológica y la profilaxis son fundamentales para tener la bacteria controlada y para que no aparezcan casos secundarios.
La meningitis es la inflamación de las meninges, que son las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal. Generalmente viene causada por una infección, ya sea por bacterias, virus u hongos.
La meningitis también puede ser el resultado de varias causas no infecciosas como traumatismos o tumores.
Hay dos tipos de meningitis:
La meningitis bacteriana es una enfermedad grave que necesita una atención médica inmediata. Tres microorganismos son los causantes de la enfermedad. Tienen como hábitat natural la faringe, donde residen como comensales. La enfermedad, que puede tener una progresión muy rápida, se produce cuando estos microorganismos invaden el torrente sanguíneo. La meningitis bacteriana se transmite mediante el intercambio de secreciones respiratorias, por ejemplo cuando tosemos o por medio de los besos. Si las personas viven en el mismo hogar, también es probable que se contagien.
Los síntomas más comunes son:
La meningitis también puede comportar náuseas y vómitos, sensibilidad a la luz intensa, somnolencia, estado de coma o convulsiones.
Los síntomas iniciales de la meningitis bacteriana y vírica son similares. Pero la meningitis bacteriana, generalmente, es grave y puede causar complicaciones serias, como daño cerebral o discapacidades en el aprendizaje.
En la meningitis bacteriana, el paso de la bacteria a la sangre puede dar lugar a otra enfermedad grave, la septicemia, que es la reacción generalizada del cuerpo ante una infección y puede tener diferentes consecuencias, como:
En los casos más graves, puede llegar a ser mortal. En este caso, un síntoma de alarma es la aparición de pequeñas manchas en la piel.
La meningitis bacteriana se puede sufrir a cualquier edad, pero los grupos con mayor riesgo son las personas mayores y los niños. Su epidemiología ha cambiado de forma importante en las dos últimas décadas con la introducción de las vacunas conjugadas en los calendarios de vacunación infantil.
Mientras que el meningococo es la primera causa de meningitis bacteriana en el mundo, en nuestro país la enfermedad meningocócica es endémica, con una incidencia anual inferior a los 5 casos cada 100.000 habitantes. La meningitis meningocócica puede llegar a comportar la muerte en entre un 3 y un 15 % de los casos.
Con respecto a los virus que causan la enfermedad, hay algunos que están dispersados por todo el mundo y otros que solo viven en unas zonas geográficas concretas.
Ante la sospecha de un caso de meningitis, se analizan muestras de sangre y de líquido cefalorraquídeo, el líquido que rodea la médula espinal y el cerebro, que se obtiene mediante una punción lumbar. El análisis ayudará a confirmar la enfermedad y conocer el microorganismo que lo está causando.
La mayoría de los casos de meningitis infecciosa o vírica mejoran sin tratamiento en siete o diez días. Sin embargo, es muy importante que todas las personas con síntomas de meningitis reciban atención médica inmediata para hacer un correcto diagnóstico de la enfermedad, determinar el tipo de meningitis y poder recibir el tratamiento adecuado.
En la meningitis bacteriana se tiene que administrar un tratamiento antibiótico por vía intravenosa tan pronto como sea posible. También se pueden utilizar antiinflamatorios para tratar las complicaciones que puedan aparecer.
La enfermedad de Chagas es una infección que produce el parásito Trypanosma cruzi, que se transmite por la picadura de un vector (chinche). Otras vías por las se puede transmitir es a través de la madre a su hijo (transmisión vertical), por transfusión de sangre, por trasplante de órganos de donantes infectados o por ingesta de alimentos contaminados con el parásito. De momento, se ha conseguido reducir el número de casos nuevos mediante políticas para eliminar el vector en los países endémicos, así como protocolos de cribado de donantes de sangre, de órganos y en las mujeres embarazadas. Los retos de futuro para curar la patología son mantener y aumentar estas medidas, además de desarrollar nuevos marcadores de evolución y respuesta al tratamiento de pacientes en fase crónica y de fármacos nuevos para atender la enfermedad.
La enfermedad de Chagas es endémica de América Latina y es un reto para la salud mundial a raíz de los movimientos migratorios desde países de la región. Principalmente, la transmisión de la picadura del chinche se da en Bolivia, donde encontramos el número más elevado de casos. Además, también hay contagios en el noroeste de Argentina, Perú, Paraguay, Ecuador, Nicaragua y el sur de México. Fuera de estas áreas, la vía de transmisión más frecuente es la de madre a hijo.
La mayoría de pacientes con enfermedad de Chagas son asintomáticos, es decir, que no presentan síntomas, lo que dificulta la detección. La enfermedad se desarrolla en dos fases:
Esta enfermedad afecta a entre seis y siete millones de personas, pero se estima que en torno a 60 millones están en riesgo de infección. En Cataluña hay unos 11.000 casos.
Actualmente, hay dos fármacos que sirven para tratar la enfermedad de Chagas: Benznidazol y Nifurtimox. En caso de que se desarrolle una enfermedad cardíaca y/o digestiva se necesitará un tratamiento específico para estas complicaciones.
En el caso de Cataluña está el Protocolo de cribado y diagnóstico de enfermedad de Chagas en mujeres embarazadas latinoamericanas y en sus bebés desde el año 2011. Con este protocolo se detectan los posibles casos congénitos y al mismo tiempo se criban activamente las donaciones de sangre y de órganos entre los donantes.
Enfermedades Infecciosas, Hospital General
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