Diarrea crónica
Se estima que más del 5 % de la población sufre diarrea crónica, aquella que persiste cuatro semanas o más, y que cerca del 40 % de estos sujetos son mayores de 60 años. La frecuencia normal de las deposiciones varía de tres veces a la semana a tres veces al día. La diarrea puede definirse como una disminución de la consistencia y aumento de la fluidez de las heces, deposiciones que causan urgencia o malestar abdominal o un aumento en su frecuencia. La consistencia de las deposiciones se determina mediante la escala de Bristol, una tabla visual diseñada para clasificar las heces según su forma y peso en 7 grupos.
Antecedentes a tener en cuenta de cara al diagnóstico
Hay que valorar la presencia de:
- Antecedentes familiares de enfermedades como la celiaquía o la enfermedad inflamatoria intestinal, que pueden presentar predisposición familiar.
- Antecedentes personales de viajes a zonas endémicas, prácticas sexuales de riesgo y otros.
- Enfermedades sistémicas o neurológicas que producen alteraciones de la motilidad digestiva y que pueden asociarse a la diarrea como, por ejemplo, la diabetes mellitus.
- Antecedentes de cirugía gastrointestinal previa, como por ejemplo colecistectomía y resecciones intestinales.
- Ingesta de fármacos que pueden producir diarrea como efecto secundario o de chicles y caramelos con un contenido elevado de sorbitol.
Causas de la diarrea crónica
La lista de causas que pueden ocasionar diarrea crónica es extensa (véase tabla 1 del documento adjunto “Diarrea crónica: definición, clasificación y diagnóstico”) y a menudo se hace necesaria la realización de múltiples pruebas antes de llegar a un diagnóstico definitivo.
Síntomas, signos y alteraciones analíticas sugestivas de causa orgánica
Las causas más frecuentes de diarrea crónica en nuestro entorno son la malabsorción de ácidos biliares y las enfermedades funcionales, sobre todo el síndrome del intestino irritable y la intolerancia a hidratos de carbono como la lactosa.
Desde el punto de vista de la práctica clínica es útil clasificar a los pacientes con diarrea en función de si presentan características que sugieren “funcionalidad” –una diarrea que aparece sin ninguna causa orgánica que la justifique– u “organicidad”. Esta distinción es importante, ya que el enfoque diagnóstico de ambas situaciones y el tratamiento varía ostensiblemente.
En caso de que se sospeche una enfermedad orgánica, a menudo se tiene que actuar de manera preferente, a diferencia de cuando la sospecha es de una enfermedad funcional, que puede permitir diferir un poco el procedimiento diagnóstico.
Los síntomas y signos de alarma que obligan a descartar enfermedades orgánicas causantes de diarrea crónica potencialmente graves son:
- Aparición de fiebre.
- Presencia de sangre en las heces.
- Pérdida importante reciente de peso, en ausencia del síndrome depresivo concomitante.
- Inicio reciente de los síntomas o cambio en las características previas de estos.
- Se produce en personas mayores, a partir de los 50 años.
- Antecedentes familiares de cáncer o pólipos colorrectales.
- Existencia de diarrea nocturna.
- Diarrea que persiste después del ayuno.
- Heces muy abundantes o que flotan en el agua.
- Anomalías a la exploración física, como palidez cutánea, hepatoesplenomegalia, adenopatías, masa abdominal, etc.
- Presencia de anemia, macrocitosis, hipoprotrombinemia, hipoalbuminemia u otras alteraciones analíticas como el aumento de la Velocidad de Sedimentación Globular (VSG) o la proteína C reactiva.
- Análisis de heces con sangre oculta positiva y calprotectina fecal elevada indicativa de inflamación intestinal.
Tratamiento habitual
- Tratamiento sintomático: hay múltiples tratamientos para cortar la diarrea crónica; los más conocidos son los opiáceos como la loperamida o la codeína.
- Tratamiento modificador de la enfermedad: una vez identificada la causa fundamental, el tratamiento tiene que ser tan específico como sea posible para conseguir no tan sólo la mejora sintomática, sino poder alterar la historia natural de la enfermedad.
Prevención
Actualmente todavía no hay recomendaciones específicas para evitar la aparición de la enfermedad. Se recomienda:
- Llevar una vida saludable.
- Practicar ejercicio físico con regularidad.
- Controlar el estrés vital de la vida diaria.
- Seguir una dieta sana.
- Hacer un uso adecuado de los antibióticos.
- Adoptar medidas para evitar contagios e infecciones si se visita una zona o país donde hay riesgo de sufrirla.