Hepatitis aguda
La hepatitis aguda consiste en una inflamación aguda del hígado que hace que este no funcione de manera correcta. Habitualmente suele estar producida por virus, fármacos u otros tóxicos.
Los síntomas son muy variables y muchas veces pasan inadvertidos. Los más comunes son cansancio, poco apetito, náuseas, dolores musculares y fiebre. En ocasiones aparece tinte amarillo en la conjuntiva de los ojos y la piel (ictericia) y orina oscura (coluria). Los síntomas pueden durar entre uno y tres meses, hasta que se produce la recuperación. Las hepatitis B y C pueden cronificarse.

La hepatitis viral aguda es la causa más frecuente de inflamación del hígado. Hay algunos virus que tienen marcada predilección por infectar el hígado. Básicamente encontramos cinco, que son los virus de la hepatitis A, B, C, D y E. Los virus que con mayor frecuencia producen inflamación aguda del hígado son los virus de la hepatitis A y B.
El virus de la hepatitis A infecta sobre todo a niños y jóvenes, a veces sin síntomas y por lo general se cura espontáneamente sin dejar secuelas. Se contagia por medio de la vía digestiva (alimentos o bebidas contaminadas) o a través de persona a persona en un medio con unas condiciones higiénicas pobres. A pesar de que es prevenible con la vacunación, el mejor método para evitar la transmisión de la enfermedad es mantener unas buenas condiciones higiénico-sanitarias
El virus de la hepatitis B, cuando se presenta de forma aguda, suele afectar a niños y adultos jóvenes no vacunados. En estos casos, el método de transmisión suele ser por vía sanguínea y sexual. La hepatitis por virus B puede cronificarse y, de no ser tratada, puede producir fibrosis/cirrosis hepática (muerte de las células del hígado que son sustituidas por tejido cicatricial). La hepatitis B también puede verse relacionada con la aparición de cáncer de hígado.
La hepatitis B es asimismo prevenible mediante la vacunación.
La hepatitis tóxica es debida a la acción de determinados compuestos químicos, ya sean naturales (p. ej. ingestión de setas tóxicas), de origen industrial (p. ej. tetracloruro de carbono) o medicamentos (p. ej. paracetamol en grandes dosis).
¿A quién afecta la enfermedad?
La hepatitis A afecta a niños y jóvenes. Gracias a las mejoras higiénico-sanitarias del país, en la actualidad es infrecuente. La podemos encontrar en pacientes que hayan viajado recientemente a países con mayor incidencia de la enfermedad así como en personas que hayan tenido contacto con ellos. Como decíamos, el mecanismo de transmisión es fecal-oral y se cura generalmente sin ninguna complicación.
La hepatitis B se transmite la mayoría de las veces por transmisión sexual o por vía sanguínea (adictos a drogas por vía endovenosa). La transmisión a través de transfusión sanguínea está en la actualidad muy controlada y prácticamente no se produce. En zonas en las que la prevalencia de la enfermedad es muy alta (países asiáticos principalmente), la manera más frecuente de transmitir la hepatitis B es de madre a hijo durante el embarazo o en el parto (transmisión vertical). En estos casos de transmisión vertical, la hepatitis B se cronifica en más de un 90 % de los casos si no recibe tratamiento adecuado.
La hepatitis tóxica se produce por exposición a sustancias lesivas para el hígado. Estos tóxicos pueden ser fármacos, productos naturales u otros. En algunos casos, la asociación entre el tóxico y la hepatitis está muy bien descrita y es esperable. En otras ocasiones, se produce una reacción no esperada (idiosincrasia). Por último, hay fármacos que no producen toxicidad hepática a menos que se administren en dosis muy superiores a las normales (por ejemplo el paracetamol).
El diagnóstico
El diagnóstico es principalmente clínico (observación de ictericia, orinas oscuras) y de laboratorio (elevación de los enzimas hepáticos y determinación viral positiva).
Asimismo, durante la evolución de la enfermedad se detecta la aparición o evolución de anticuerpos específicos para cada virus que determinan la respuesta del paciente y su entrada o no en estado de cronicidad.
Con la ecografía abdominal podemos ver si hay complicaciones derivadas de la hepatitis aguda o excluir otras causas que pueden dar síntomas similares.
El tratamiento habitual
En general, no es necesario ningún tratamiento específico para la hepatitis aguda, salvo en algunos casos producidos por el virus de la hepatitis B y C. Es importante extremar la higiene personal para evitar el contagio a otras personas.
No se recomienda una dieta específica (siempre que se evite el consumo de alcohol). Tampoco debe hacerse reposo en cama estricto (se tiene que adecuar la actividad física al estado general del paciente).
Las pruebas más habituales
Básicamente son analíticas que revelan el estado y evolución del hígado y la respuesta que da el paciente para la curación. También las analíticas de sangre pueden revelar la evolución a la cronicidad.
Prevención
La vacunación para los virus A y B es el mejor tratamiento posible (incluidas en el calendario vacunal). No se dispone por el momento de ninguna vacuna para el virus C.
La hepatitis A se transmite por contacto fecal-oral (comida y bebida contaminada y de persona a persona). La higiene alimentaria es fundamental en este sentido.
Los métodos anticonceptivos de barrera (el preservativo) permiten evitar el contagio de las enfermedades de transmisión sexual (entre ellas la hepatitis B y C).
En países donde la enfermedad es muy frecuente, muchas mujeres embarazadas pueden sufrir la enfermedad y transmitirla a sus hijos durante la fase final del embarazo o en el parto. El uso de la vacunación precoz +/- gammaglobulinas contra el virus de la hepatitis B puede prevenir la infección del niño.
La hepatitis tóxica se previene con la precaución a la exposición de los diferentes tóxicos implicados.