Hepatocarcinoma
El carcinoma hepatocelular o hepatocarcinoma es el tipo más frecuente de cáncer primario del hígado y la causa de muerte más común en los pacientes afectados por cirrosis hepática. Es una enfermedad entre dos y tres veces más prevalente en hombres que en mujeres y se desarrolla en más del 80% de los casos en personas que padecen enfermedades hepáticas crónicas, como la cirrosis causada por hepatitis B o C, consumo de alcohol y enfermedad hepática por depósitos de grasa.

El hepatocarcinoma es una de las neoplasias con una tasa de mortalidad más alta: es la tercera causa de muerte por cáncer.
Los síntomas
En etapas tempranas, la enfermedad es asintomática, es decir, no hay manifestaciones clínicas. En etapas avanzadas pueden aparecer algunos de los siguientes síntomas:
- Dolor abdominal o sensibilidad.
- Agrandamiento del abdomen (ascitis).
- Coloración amarillenta de la piel u ojos (ictericia).
- Tendencia al sangrado o a la formación de hematomas.
- Pérdida de peso inexplicable.
¿A quién afecta la enfermedad?
En más del 80% de los casos, el hepatocarcinoma aparece en pacientes con enfermedad hepática subyacente, especialmente en cirrosis hepática.
El diagnóstico
El cribado es importante para diagnosticar la enfermedad en etapas tempranas, momento idóneo para aplicar tratamiento con intención curativa.
Las pruebas y los procedimientos diagnósticos que se utilizan para diagnosticar esta enfermedad son diferentes según el perfil del paciente:
- Pacientes en riesgo donde se conoce que tienen una enfermedad hepática: el cribado debe ser semestral mediante una ecografía. En el caso de que se detectara algún nódulo, se deberían realizar pruebas de imagen con contraste como el TAC y la resonancia magnética con contraste para confirmar el diagnóstico. En algunos casos, se requiere la realización de biopsia hepática, que consiste en la extracción de tejido tumoral.
- Pacientes en los que se desconoce el factor predisponente y no está en el programa de cribado: normalmente se diagnostica a partir de la aparición de los primeros síntomas y mediante las siguientes pruebas diagnósticas:
- Pruebas de imagen como la tomografía computarizada y resonancia magnética.
- Biopsia del tumor para extraer una muestra de tejido hepático para el estudio anatomopatológico.
El tratamiento habitual
El tratamiento para el hepatocarcinoma es diferente para cada paciente, ya que dependerá de la carga tumoral, función hepática y el estado de salud general del paciente.
Los tratamientos más utilizados son:
- Quirúrgicos: cirugía de resección y trasplante, aplicables en etapas iniciales.
- Locorregionales: el objetivo es la destrucción celular a través de la ablación directa (ablación por radiofrecuencia, microondas, crioterapia...), o por vía endovascular (quimioembolización o radioembolización transarterial).
- Sistémicos: son los tratamientos más utilizados en las etapas avanzadas. Actualmente, los más utilizados son fármacos de inmunoterapia e inhibidores de tirosina quinasa.
La supervivencia en etapas avanzadas ha mejorado ostensiblemente gracias a los buenos resultados de las combinaciones de tratamientos que incluyen inmunoterapia. Muchos pacientes han podido y pueden beneficiarse de estos tratamientos antes de su aprobación y comercialización gracias a su participación en ensayos clínicos.
Las pruebas más habituales
Las pruebas diagnósticas más habituales en esta patología son la ecografía, el TAC y la resonancia magnética con contraste, y la biopsia. Los análisis de sangre también son pruebas diagnósticas y de seguimiento utilizadas en la práctica clínica diaria.
Prevención
La mejor opción para prevenir esta enfermedad es evitar los factores de riesgo de la enfermedad, como el consumo de alcohol, tabaquismo, controlar la diabetes, parte fundamental del síndrome metabólica asociada a la enfermedad hepática por depósito de grasa, así como las infecciones por virus de la hepatitis B y C.