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Te detallamos los servicios y las unidades que forman parte del Hospital Vall d'Hebron y las principales enfermedades que tratamos. También te ofrecemos recomendaciones basadas en lo que la evidencia científica ha demostrado eficaz para garantizar el bienestar y la calidad de vida.
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«Esteatosis» significa acumulación de grasa en las células. En la enfermedad por hígado graso, esta acumulación de grasa se produce de manera excesiva dentro de las células hepáticas, también denominadas hepatocitos. Las causas pueden ser factores metabólicos, hábitos dietéticos y de estilo de vida, un consumo excesivo de alcohol o que sea secundario a algunos fármacos, a enfermedades minoritarias como la enfermedad de Wilson o a algunas variantes de hepatitis C. A la enfermedad por hígado esteatósico por causas metabólicas se la denomina «enfermedad hepática grasa asociada a la disfunción metabólica» (EHGM). Este diagnóstico implica la ausencia de otras causas alternativas de esteatosis, fundamentalmente un consumo significativo de alcohol o infecciones víricas hepáticas.
El hígado en sí no contiene terminaciones nerviosas que puedan enviar señales de dolor, lo que dificulta su diagnóstico en fases iniciales de la enfermedad. Sin embargo, algunas personas podrían sufrir síntomas inespecíficos, como cansancio o malestar abdominal. Hay que tener en cuenta que muchas personas con enfermedad hepática pueden no presentar síntomas evidentes; por ello, el diagnóstico y manejo precoces son cruciales.
La prevalencia ha ido en aumento en los últimos años. Actualmente, se calcula que la enfermedad por hígado graso afecta a un 38 % de la población mundial y a entre el 17 % y el 46 % de los adultos europeos. Esta enfermedad puede manifestarse en personas de todas las edades, incluidos los niños.
En el contexto de esta enfermedad, la causa de este almacenamiento de grasa en el hígado hay que buscarla en la combinación de una ingesta excesiva de calorías o un estilo de vida predominantemente sedentario. Por este motivo, es más frecuente, si bien no en todos los casos, encontrarla asociada a personas con sobrepeso u obesidad. Otro grupo de población con riesgo de sufrir EHGM es la población con diabetes (con mayor frecuencia, de tipo 2) o prediabetes, con niveles elevados de triglicéridos o colesterol o hipertensión arterial. Estas condiciones mencionadas, en su conjunto, se denominan «síndrome metabólico».
El síndrome metabólico no es una enfermedad como tal, sino un cúmulo de alteraciones que aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y diabetes. Existen distintas definiciones del síndrome metabólico. En algunas de ellas, también difieren los criterios en función del origen étnico (por ejemplo, en poblaciones asiáticas se aplican criterios diagnósticos diferentes que en personas de etnia hispana).
El término «hepatitis» se refiere a la inflamación del hígado, sea cual sea la causa. Cuando esta inflamación está provocada por el exceso de grasa en los hepatocitos, hablamos de esteatohepatitis o esteatohepatitis metabólica (EHM), y se considera un paso más en la evolución de la EHGM, que aún es reversible. Cuando hay daño hepático constante, se crea tejido cicatricial, cuya regresión es más compleja. Esta cicatrización se llama fibrosis. La esteatohepatitis o EHM puede progresar con mayor facilidad a una fibrosis hepática.
La fibrosis hepática se clasifica en 5 estadios, según la gravedad del daño hepático visualizado mediante una biopsia hepática (de 0 a 4). Con frecuencia se utilizan términos como «fibrosis significativa», para referirse a la fibrosis en estadio 2 o superior, o «fibrosis avanzada», para referirse a la fibrosis en estadio 3 o superior. El estadio 4 también se denomina «cirrosis hepática».
Un hígado cirrótico es un hígado con mucho tejido cicatricial, cuya superficie ha dejado de ser lisa y presenta un aspecto llamado nodular. Cuando el hígado es capaz de funcionar con esta cicatrización, hablamos de «fibrosis o cirrosis compensada». Algunos de los signos de descompensación serían acumulación de líquido intraabdominal (denominado líquido ascítico), coloración amarillenta de la piel y mucosas (ictericia), sangrado digestivo por varices esofágicas o alteraciones de la conducta o la memoria derivadas de lo que se conoce como «encefalopatía hepática».
Los individuos con hígado esteatósico simple sin signos de daño hepático ni inflamación tienen un menor riesgo de desarrollar problemas de salud relacionados con la EHGM en comparación con los pacientes con EHM.
La EHM puede progresar a problemas hepáticos importantes como la acumulación de tejido cicatricial, que a la larga puede desembocar en una cirrosis. La cirrosis puede acabar deteriorando la función hepática (cirrosis hepática descompensada e insuficiencia hepática).
Aunque en cualquier etapa de la enfermedad puede aparecer cáncer de hígado, el riesgo es más elevado en estadios avanzados de fibrosis o cirrosis. Por otra parte, la EHGM también repercute en otros órganos aparte del hígado y contribuye al desarrollo de enfermedades cardiacas y de los vasos sanguíneos, tales como el ictus (infartos cerebrales), el desarrollo de diabetes y enfermedades renales y la aparición de otros tipos de cáncer, afectando así a la calidad de vida y bienestar de la persona que sufre la enfermedad.
No hay una estrategia universal para el cribado de la EHGM. La mayoría de las estrategias de cribado se basan en una combinación de las pruebas siguientes: una puntuación del análisis de sangre, una ecografía abdominal o una evaluación de la rigidez hepática mediante una prueba denominada elastografía hepática por impulsos o Fibroscan®. Otras pruebas diagnósticas podrían incluir una biopsia hepática, un gradiente de presión portal, una prueba endoscópica (gastroscopia) o una tomografía axial computarizada (TAC).
Hoy en día, la biopsia hepática se considera la prueba diagnóstica de referencia. Una biopsia hepática es un procedimiento invasivo que toma muestras muy pequeñas de tejido hepático para estudiarlo. Permite evaluar distintas áreas del hígado y puede proporcionar información sobre el número de células hepáticas que contienen gotas de grasa (esteatosis), el grado de daño e inflamación de las células hepáticas y el grado de fibrosis que presenta el hígado.
Actualmente, no es posible obtener toda la información que la biopsia hepática proporciona a través de una única prueba alternativa. Sin embargo, se está trabajando en el desarrollo y validación de métodos de diagnóstico a través de la combinación de las pruebas antes mencionadas y el desarrollo de otros biomarcadores no invasivos o non-invasive tests (NIT) en EHGM.
El manejo de la enfermedad implica cambios en el estilo de vida, como seguir una dieta saludable, hacer ejercicio regularmente, perder peso en caso de sobrepeso u obesidad y evitar el consumo de alcohol. Estas modificaciones pueden ayudar a reducir la acumulación de grasa en el hígado, mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir el riesgo de complicaciones hepáticas. Además, es importante que las demás comorbilidades hepáticas, como la diabetes, la alteración de los lípidos en la sangre (como el colesterol y los triglicéridos) o la hipertensión arterial estén adecuadamente tratadas y controladas. El consumo de alcohol no se recomienda en cantidad alguna cuando existe un diagnóstico de EHGM, especialmente si hay esteatohepatitis o fibrosis, pues, aunque el alcohol no haya sido el causante original, puede empeorarla de forma significativa.
Por desgracia, en la actualidad no hay ningún tratamiento farmacológico autorizado por las agencias reguladoras. Sin embargo, algunos fármacos que se utilizan para tratar otros trastornos también se han ensayado en pacientes con EHGM. Actualmente, hay decenas de ensayos clínicos que evalúan la eficacia y la seguridad de múltiples fármacos, en solitario o combinados, para el tratamiento de la EHM. Se espera que a lo largo de los próximos años se autoricen los primeros tratamientos.
El hígado es un órgano grande que se encuentra en el cuadrante superior derecho del abdomen. Está mayoritariamente cubierto y protegido por la parte inferior de las costillas.
Lleva a cabo un conjunto de funciones extraordinariamente complejas. Recibe sangre del sistema digestivo a través de la vena porta (que transporta la mayoría de los nutrientes absorbidos), los filtra y los procesa. Tiene un papel crucial en el tratamiento de los azúcares, proteínas y grasas. Después de la ingesta, el hígado procesa y almacena los sustratos de energía que no se necesitan inmediatamente como combustible, ya sea dentro del propio hígado o en otras partes del cuerpo, como el tejido graso. Por tanto, cumple una función importante en la regulación del azúcar en la sangre y los niveles de lípidos.
Además, el hígado produce muchas proteínas esenciales, como la albúmina, una proteína que actúa como transportador de varias moléculas que deben transportarse en la sangre, y proteínas necesarias para la correcta coagulación de esta. Asimismo, durante la renovación celular se generan muchos productos de desecho que se eliminan por el hígado, junto con los riñones. El hígado también produce bilis, un líquido que se almacena en la vesícula biliar. Durante una comida, la vesícula biliar se contrae, lo que hace que la bilis fluya hacia el sistema digestivo, donde las sales biliares ayudan a descomponer y absorber las moléculas de grasa de los alimentos.
El hígado también participa en el metabolismo de muchos medicamentos y otras sustancias químicas. Por último, el hígado ayuda a combatir las infecciones filtrando organismos nocivos mientras circulan en la sangre, especialmente aquellos que penetran en el cuerpo a través del sistema digestivo. Por tanto, el hígado ejerce un papel central en el funcionamiento global del organismo.
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