La planta más tóxica de Europa está en los Pirineos y te enseñamos a distinguirla

Vall d’Hebron fa pedagogia després d’atendre alguns casos a l’UCI de persones que havien tastat accidentalment una fulla de tora blava. La ingesta d’1 mil·ligram en adults del tòxic contingut en aquesta planta és suficient per causar la mort

11/08/2025

Este verano, el Hospital Universitario Vall d’Hebron ha atendido de nuevo a un excursionista intoxicado por ingerir acónito azul, también conocido por los pastores como “matallops”, la planta más tóxica de Europa. Ocurrió en la zona del pico del Áliga, en el valle de Núria. Los Bomberos rescataron al hombre en Queralbs, en estado grave: estaba mareado, tenía vómitos, apenas presentaba pulso radial y la piel de las extremidades mostraba un tono azulado. El hombre recibió el alta hospitalaria. Tras este nuevo episodio, se recuerda la gravedad de los problemas de salud que puede provocar tocar o ingerir esta especie.

No es el primer caso que atiende Vall d’Hebron. Hace dos años, el equipo de la UCI del hospital se movilizó para atender a un hombre derivado del Hospital Josep Trueta de Girona después de haber ingerido acónito azul en la zona de Ripoll. Y hace unos cinco años, trató a un hombre derivado del Hospital Transfronterizo de la Cerdaña por una parada cardiorrespiratoria causada por una tormenta arrítmica, una urgencia vital con episodios repetitivos de taquicardia que pueden provocar la muerte. Durante una excursión al valle de Eyne, el hombre se llevó a la boca una hoja de acónito azul, pensando que era apio silvestre, conocido popularmente en la Cerdaña como “coscoll”. En primavera, es habitual encontrar platos con esta hierba en los restaurantes de la zona. Cuando se dio cuenta del error, la escupió, pero bastaron unos segundos para intoxicarse.

El acónito azul está considerado la planta más tóxica de Europa. Popularmente se le conoce como “matallops” en referencia a una leyenda de los Pirineos según la cual unos pastores, cansados de que los lobos atacaran sus rebaños, mataron a un animal, lo rellenaron con acónito azul y, al día siguiente, encontraron varios lobos envenenados. Su nombre en latín, Aconitum napellus, también es una advertencia: esta planta contiene dos sustancias potencialmente muy venenosas, la aconitina y la pseudoaconitina. “El acónito contiene una serie de alcaloides como la aconitina, con una toxicidad cardíaca y neurológica altísima”, explica el doctor Robert Blasco, adjunto del Servicio de Anestesiología del Hospital Universitario Vall d’Hebron y profesor de Medicina de Montaña de la Universidad de Girona (UdG).

La Cátedra de Medicina de Montaña de la UdG, dirigida por el doctor Íñigo Soteras, y Vall d’Hebron, a través del doctor Robert Blasco, asesoran en temas de medicina del medio natural a la Federación de Entidades Excursionistas de Cataluña (FEEC) y a la Federación Catalana de Alpinismo y Escalada. Con la inminente llegada del buen tiempo, la FEEC ha elaborado infografías para alertar sobre la toxicidad letal del acónito azul y ayudar a distinguirlo de especies comestibles como el apio silvestre, el “coscoll” o el brócul comestible. Esta información ya se está distribuyendo en refugios, federaciones excursionistas y redes sociales.

El doctor Robert Blasco advierte de que “la ingestión de entre 1 y 2 miligramos de aconitina es suficiente para matar a una persona adulta”. Los primeros síntomas tras la ingestión son hormigueo y ardor en la boca. Entre 5 y 25 minutos después pueden aparecer alteraciones gastrointestinales (vómitos o diarrea) y neurológicas, como alteraciones visuales, motoras o parada respiratoria. A nivel cardíaco, pueden surgir arritmias ventriculares y parada cardiorrespiratoria en menos de una hora.

Toni Elies, el hombre que acabó en la UCI de Vall d’Hebron tras intoxicarse con acónito azul, es vecino de Bourg-Madame y muy conocedor de la montaña. Ese día paseaba por el valle de Eyne. “Se le conoce como el jardín botánico de la Cerdaña, por la gran variedad de flores y plantas autóctonas que tiene”, relata. Era mayo, el momento más peligroso para confundir el acónito azul con el “coscoll”, ya que todavía no ha florecido. Cuando se llevó la hoja a la boca, notó un sabor amargo y un picor muy intenso. “La escupí enseguida y me enjuagué la boca con agua, pero una hora y media más tarde, ya en casa, el cuerpo se me paralizó y empecé con arritmias”, explica.

“Si sospechamos que hemos tocado la planta, hay que lavar con abundante agua la zona de contacto y evitar tocar mucosas y orificios corporales”, señala el doctor Robert Blasco. “Y si creemos que puede haber intoxicación, debemos llamar al 112 y, en caso de alteraciones neurológicas, colocar a la víctima en posición lateral de seguridad hasta que lleguen los servicios de emergencia”, dice. No existe antídoto para revertir los efectos tóxicos, pero los síntomas pueden tratarse en las unidades de cuidados intensivos y, en casos extremos, aplicar técnicas de soporte para oxigenar la sangre, como los sistemas de circulación extracorpórea (ECMO). La detección precoz y la activación de los servicios de emergencia pueden salvar la vida de la víctima si se le ofrece soporte vital mientras el organismo elimina las toxinas, ya que la vida media de la aconitina es de tres horas. “El pronóstico, como en el caso de Toni Elies, siempre es grave. En la UCI realizamos un lavado gástrico y vigilamos la arritmia durante 24 horas. Es necesario tener al paciente monitorizado y ofrecer un tratamiento sintomático y de soporte. Superadas las primeras 24-48 horas, el pronóstico mejora”, apunta el jefe de la UCI de Vall d’Hebron, el doctor Ricard Ferrer. Toni Elies estuvo dos días en la UCI y fue dado de alta sin secuelas, salvo una atelectasia —disminución del volumen pulmonar— reversible y tres costillas rotas por el masaje cardíaco.

La belleza de las especies venenosas
El acónito azul produce una flor violácea muy vistosa, como muchas especies venenosas de la naturaleza. Crece a altitudes de entre 500 y 1.800 metros y se extiende desde el valle de Arán y el Alta Ribagorça hasta la Cerdaña, el Ripollès, la Garrotxa, el Conflent y el Vallespir. Comienza a florecer en julio y se encuentra en las orillas de cursos de agua, en bosques y zonas de descanso del ganado, aunque los animales, por instinto, no se acercan. Mide entre 50 centímetros y un metro y medio, con un tallo esbelto, lleno y cubierto de hojas verde oscuro, divididas en segmentos cortos y puntiagudos.

En cambio, el brócul alcanza los dos metros de altura, con un tallo grande, hueco y crestado, y hojas solo en la parte superior, muy grandes, tridentadas y dentadas. A diferencia del acónito azul, el brócul comestible crece en zonas secas y áridas, como canchales y rocas, a menudo por encima de los 1.800 metros.

El doctor Robert Blasco recuerda que, desde la Antigua Grecia, pasando por el Imperio Romano, la Segunda Guerra Mundial y la crónica negra reciente, el acónito azul se ha utilizado para acabar con adversarios envenenando agua o alimentos. Y apunta que la primera muerte documentada por ingestión de acónito azul en la península data de 1740, en Setcases (Girona), recogida en el libro de botánica Dioscórides. Según la historia, unos pastores cogieron tallos para cocinarlos junto a unos pájaros que habían cazado, pero no llegaron a probar el guiso: solo con el contacto murieron todos.

El doctor Robert Blasco advierte de que la ingestión de entre 1 y 2 miligramos de aconitina es suficiente para matar a una persona adulta. Los primeros síntomas tras la ingestión son hormigueo y ardor en la boca. Entre 5 y 25 minutos después pueden aparecer alteraciones gastrointestinales (vómitos o diarrea) y neurológicas, como alteraciones visuales, motoras o parada respiratoria. A nivel cardíaco, pueden surgir arritmias ventriculares y parada cardiorrespiratoria en menos de una hora

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