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El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es un trastorno psicopatológico grave caracterizado por inestabilidad emocional, conductas impulsivas, dificultad en las relaciones interpersonales y problemas de identidad. Debuta en la adolescencia y sin tratamiento puede interferir muy negativamente en el desarrollo psicosocial. Para mejorar el pronóstico es necesario realizar un diagnóstico y un tratamiento de instauración precoz.
El Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) es un trastorno asociado al neurodesarrollo. Se considera que es el resultado de la interacción entre una vulnerabilidad determinada biológicamente y una serie de circunstancias ambientales estresantes que comprometen el proceso de maduración emocional del individuo. Esto provoca que en la adolescencia se manifieste una capacidad para gestionar las emociones negativas más baja de lo que ya sería esperable a esta edad y se desarrolle un patrón de relaciones interpersonales caracterizado por la inestabilidad y la dependencia. En este contexto, empiezan a manifestarse conductas poco adaptativas para controlar el malestar, como las autolesiones o el consumo de drogas, que repercuten negativamente en el funcionamiento del sujeto a diferentes niveles: relación con la familia, rendimiento académico, vida afectiva y vida social. Además, las manifestaciones tempranas del TLP acostumbran a ir asociadas a una mayor impulsividad, por lo que el riesgo de conductas suicidas es muy elevado. La evolución del trastorno a lo largo de la vida, sin tratamiento, se asocia a importantes carencias a todos los niveles y abordajes terapéuticos de mayor complejidad, en relación con los que se pueden aplicar al adolescente o adulto joven.
La psicopatología del TLP se puede resumir en tres grupos clínicos, que agrupan criterios diagnósticos del trastorno:
1. Desregulación emocional, que incluye inestabilidad afectiva, ira inapropiada y miedo al abandono.
2. Relaciones alteradas, que incluye relaciones inestables, alteración de la identidad, sentimientos crónicos de vacío y alteraciones cognitivas relacionadas con el estrés.
3. Desregulación conductual, que incluye conductas autolesivas y conductas impulsivas en al menos dos áreas adaptativas
La prevalencia del TLP en la población general adulta se sitúa entre el 1,4 y el 5,9% y se considera el Trastorno de Personalidad (TP) más diagnosticado en los diferentes niveles asistenciales. En los adolescentes, el TLP tiene una prevalencia entre el 0,7 y el 2,7%. La clínica más característica del TLP es más frecuente en el sexo femenino. El hombre con TLP a menudo acaba siendo erróneamente diagnosticado de otros trastornos, por lo que se considera que no existe una diferencia real entre géneros.
El diagnóstico está basado en criterios clínicos identificados en una anamnesis estricta realizada por profesionales especializados. Es importante identificar la presencia de los rasgos de personalidad disfuncionales ya desde la adolescencia o en la edad adulta precoz. Es aconsejable complementar la anamnesis con entrevistas estructuradas para explorar tanto la psicopatología del TLP como la de otros TP y trastornos psicopatológicos de clínica similar, para hacer el diagnóstico diferencial y poder tratar de forma adecuada.
El tratamiento de elección es psicoterapéutico. Los psicofármacos, especialmente los antipsicóticos atípicos, incrementan la eficacia de la psicoterapia facilitando el autocontrol del paciente. Existen psicoterapias específicamente diseñadas para el tratamiento del TLP, como la terapia dialéctica conductual, la terapia basada en la mentalización y la terapia focalizada en la transferencia. El objetivo de las terapias es mejorar la capacidad para gestionar las emociones negativas y las relaciones interpersonales.
Anamnesis clínica. Entrevista estructurada de la psicopatología. Exploración neuropsicológica. Analítica sanguínea y determinación de tóxicos en orina. Constantes vitales y parámetros antropométricos.
Es importante la identificación y tratamiento precoz de conductas o trastornos asociados a un mayor riesgo para desarrollar un TLP, como por ejemplo las autolesiones o el Trastorno por Déficit de Atención y/o Hiperactividad (TDAH). Es necesario potenciar todas aquellas estrategias orientadas a evitar el consumo de drogas y alcohol, principal factor de mal pronóstico en el TLP. Hay que trabajar para prevenir el deterioro del funcionamiento psicosocial del adulto con un TLP de larga evolución.
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