Difteria
La difteria es una enfermedad infecciosa aguda causada por la bacteria Corynebacterium diphtheriae, que afecta exclusivamente a los humanos. Se puede manifestar con una afectación en el tracto respiratorio superior (amígdalas, laringe, faringe y mucosa nasal). La bacteria produce una exotoxina que es la responsable de las manifestaciones clínicas de la enfermedad. En adultos, puede llegar a ser mortal entre un 5 y un 10% de los casos y, en niños, la mortalidad llega al 20%.
¿Cómo actúa la difteria?
La manifestación característica de la difteria respiratoria es la formación de membranas de color blanco grisáceo (pseudomembranas) en las amígdalas y la faringe. Las membranas suelen estar muy adheridas y eso hace que sangren con facilidad.
Los síntomas
Los síntomas más frecuentes son:
- Fiebre, malestar general y obstrucción respiratoria.
- Complicaciones neurológicas y cardíacas, en los casos más graves. Estas complicaciones pueden llegar a provocar la muerte del paciente.
¿A quién afecta la difteria?
Gracias a la vacunación, hacía más de tres décadas que no se diagnosticaba en el Estado español. Sin embargo, en 2015 se produjo un caso en un niño que no había sido vacunado.
La transmisión de la difteria se produce por vía respiratoria o por contacto físico estrecho con una persona enferma o una portadora sana de la bacteria que no haya desarrollado nunca los síntomas.
El periodo de incubación es de dos a siete días, y se transmite desde siete días antes del inicio de los síntomas hasta dos o tres semanas después.
El diagnóstico
El diagnóstico de confirmación se hace mediante un cultivo microbiológico de muestras clínicas (exudado nasal, faríngeo o de las pseudomembranas).
El tratamiento habitual
Es necesario administrar lo antes posible (en las primeras 48 horas del inicio de los síntomas, sin esperar a la confirmación diagnóstica del laboratorio) la antitoxina diftérica y el tratamiento antibiótico con penicilina G procaína.
La prevención
La principal medida para prevenir la difteria es la vacunación, que protege en el 95 % de los casos. Se tienen que administrar dosis de forma periódica, ya que el efecto no dura para siempre.
La vigilancia epidemiológica y la profilaxis son fundamentales para tener la bacteria controlada y para que no aparezcan casos secundarios.