Trasplante hepático

El hígado es un órgano vital que realiza funciones esenciales como la desintoxicación de la sangre, la producción de proteínas y el almacenamiento de energía. Cuando deja de funcionar como corresponde debido a enfermedades graves, el trasplante hepático se convierte en la única opción terapéutica viable para restaurar la salud del paciente.

¿A quién va dirigido?

El trasplante hepático está indicado para pacientes que presentan signos evidentes de deterioro de la función hepática, en determinados tumores hepáticos y en algunas enfermedades metabólicas seleccionadas. 
Algunos de los síntomas que pueden indicar una insuficiencia hepática grave incluyen:

• Ictericia: color amarillento de la piel y los ojos causado por la acumulación de bilirrubina.
• Ascitis: acumulación de líquido en el abdomen, que puede provocar hinchazón y dificultad respiratoria.
• Encefalopatía hepática: alteraciones cognitivas como desorientación, confusión y cambios en el comportamiento.
• Fatiga extrema: sensación persistente de cansancio y debilidad.
• Hemorragias digestivas: sangrado gastrointestinal provocado por varices (esofágicas, gástricas, rectales) debido a hipertensión portal.
• Prurito intenso: picor persistente a causa de la acumulación de toxinas.

Este procedimiento se realiza en pacientes con insuficiencia hepática grave, ya sea por enfermedades hepáticas crónicas como la cirrosis, hepatitis fulminante o enfermedades metabólicas. En el caso de pacientes pediátricos, la causa más frecuente es la atresia de vías biliares.

¿Cómo se realiza?

Evaluación previa

Antes de ser considerado para un trasplante hepático, el paciente debe pasar por una serie de exámenes médicos para determinar si es un candidato adecuado. Esta fase incluye análisis de sangre para evaluar la función hepática y detectar posibles infecciones o trastornos inmunitarios. También se realizan estudios de imagen como ecografías, resonancias magnéticas o tomografías para examinar el estado del hígado y otros órganos. En algunos casos, puede ser necesaria una biopsia hepática para obtener información detallada sobre el daño hepático. Además, se llevan a cabo evaluaciones por parte de otras especialidades (cardiología, nefrología, neumología, anestesia…) para garantizar que el paciente puede soportar la cirugía, así como consultas con especialistas en nutrición, psicología y trabajo social para valorar la preparación general del paciente.

Tipo de trasplante hepático

• Trasplante de donante cadáver: se trasplanta un hígado entero o una parte de un hígado procedente de un donante que ha fallecido. Un hígado donado a veces se puede dividir en dos partes para ser trasplantado a dos pacientes, normalmente un adulto y un niño (split).
• Trasplante de donante vivo: un familiar o una persona compatible dona una parte de su hígado.

Cirugía

• Extracción y preparación del implante: en el caso de donante cadáver, se extrae el órgano y se prepara para el trasplante. En el caso de donante vivo, se realiza una hepatectomía parcial para obtener una porción del hígado del donante.
• Implantación del hígado nuevo: una vez retirado el hígado enfermo, se conectan las estructuras vasculares (arteria hepática, vena porta y venas hepáticas) y la vía biliar del nuevo hígado al receptor.

Tras la cirugía, el paciente permanece en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) durante los primeros días para un control exhaustivo y, posteriormente, inicia su recuperación en planta con seguimiento periódico por parte del equipo médico.

Riesgos

Como cualquier cirugía mayor, el trasplante hepático conlleva riesgos como:

• Rechazo del órgano trasplantado.
• Infecciones debidas a la inmunosupresión.
• Complicaciones vasculares o biliares.
• Necesidad de trasplantes adicionales en caso de fallo del órgano trasplantado.

Seguimiento posterior

Después de la cirugía, el paciente requiere un control meticuloso con:

• Tratamiento inmunosupresor para evitar el rechazo.
• Controles periódicos para analizar la función hepática.
• Cambios en el estilo de vida, incluyendo una dieta equilibrada y medidas preventivas contra infecciones.
• Mantenimiento de una hidratación adecuada para ayudar a la función hepática.
• Supresión del consumo de alcohol y alimentos grasos para reducir el estrés sobre el hígado trasplantado.
• Realización de actividad física con regularidad, adaptada a las condiciones del paciente, para favorecer la recuperación y el bienestar general.
• Prevención de la exposición a infecciones mediante buenas prácticas de higiene y evitando el contacto con personas enfermas.
• Asistencia a todas las consultas médicas de seguimiento para asegurar el buen funcionamiento del nuevo hígado.