Uno de cada cuatro pacientes ingresados con COVID-19 en la UCI sufre una trombosis, en muchos casos asintomática

Durante la primera ola de la pandemia, un 26,5% de los pacientes con COVID-19 ingresados en la UCI tenían algún tipo de trombosis venosa o pulmonar, pero un 62,3% de estos eran asintomáticos.

12/01/2021

Un estudio de los Hospitales Universitarios Vall d’Hebron y Germans Trias i Pujol, llevado a cabo en abril de 2020, describió que uno de cada cuatro pacientes graves con COVID-19 que ingresan en la UCI sufrían una trombosis venosa o pulmonar. Sin embargo, esta era asintomática en un 62% de los pacientes. Con esta elevada frecuencia de trombosis, los investigadores consideran clave administrar dosis más elevadas de anticoagulantes en pacientes en UCI para reducir el riesgo de complicaciones. Los resultados han sido publicados en European Journal of Vascular and Endovascular Surgery, la revista científica más prestigiosa en cirugía vascular.

El trabajo nació en la primera ola de la pandemia, cuando los profesionales de los hospitales comenzaron a recibir muchos pacientes graves con COVID-19 con sospecha de algún tipo de trombosis. Con el objetivo de conocer cuál era el riesgo de sufrir este tipo de complicaciones y establecer qué seguimiento necesitan estos pacientes, los Servicios de Angiología y Cirugía Vascular de los hospitales Vall d’Hebron y Germans Trias i Pujol pusieron en marcha un estudio con los 230 pacientes ingresados en un día concreto de abril en las UCI de ambos hospitales. Se trata de la serie de pacientes con COVID-19 y trombosis en la UCI más grande publicada hasta ahora. El estudio se llevó a cabo en colaboración con los Servicios de Medicina Intensiva y de Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor de Vall d’Hebron, y el Servicio de Medicina Interna del Hospital Germans Trias i Pujol.

Los investigadores realizaron una ecografía a cada uno de los 230 pacientes ingresados en las UCI, en un intervalo de tiempo de 48-72h en total. Estas pruebas se hicieron en poco tiempo para minimizar la exposición de los profesionales sanitarios a la COVID-19 en un momento complicado de la pandemia respecto a casos y disponibilidad de equipos de protección individual. El objetivo fue determinar si estos pacientes tenían complicaciones tromboembólicas como trombosis venosa profunda o embolia pulmonar.

En el momento de la ecografía, se detectaron 58 pacientes (un 25,2%) que tenían trombosis venosas y/o embolias pulmonares. De estos, solo un 32,8% (lo cual supone un 7% del total de pacientes) eran sintomáticos. Los pacientes se siguieron durante una semana para comprobar su evolución y ver si se desarrollaban nuevas complicaciones. En este seguimiento no se realizaron ecografías adicionales a los casos asintomáticos, sino que se basaba en la aparición de eventos con síntomas o de hallazgos casuales. Así, al cabo de siete días se habían detectado nuevos casos de trombosis hasta llegar a 61 pacientes (un 26,5%). De estos, un 37,5% (23 pacientes, un 8,3% del total) tenían síntomas. En concreto, 38 eran asintomáticos, 7 tenían trombosis venosa sintomática en las piernas, 8 tenían embolia pulmonar sintomática y 8 tuvieron tanto trombosis venosa como embolia pulmonar con síntomas.

El estudio también muestra que los pacientes con tromboembolismos venosos en las piernas tenían una estancia más larga en la UCI (22 días de media en los casos con trombos y 17 días en los casos sin trombos), aunque no había diferencias en la mortalidad.

“Hemos comprobado que los pacientes con COVID-19 grave tienen un riesgo incrementado de tromboembolismo venoso. Eso es debido a la propia infección por SARS-CoV-2 y también a causa de la inmovilización de los pacientes y el tratamiento que necesitan, como la implantación de catéteres”, explica el Dr. Sergi Bellmunt, jefe del Servicio de Angiología, Cirugía Vascular y Endovascular del Hospital Vall d’Hebron e investigador del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR). En relación al alto porcentaje de asintomáticos, el Dr. Bellmunt razona que “puede ser a causa de que son pacientes que en muchas ocasiones están intubados y no pueden expresar bien si notan algún síntoma. Además, el hecho de estar tumbado en la cama evita que se produzca edema, es decir, que se hinche la pierna, un síntoma muy característico de la trombosis venosa y sin el cual puede ser que pase desapercibida”.

El hecho de que en muchas ocasiones la trombosis no se manifieste como sintomática es importante por el riesgo de complicaciones que comporta. Por ejemplo, un trombo que esté en las venas de la pierna, si no se trata, podría viajar hacia el pulmón y allí producir una embolia pulmonar, que es mucho más grave. Conocer este riesgo puede ayudar a prevenir su aparición.

En base a los resultados del estudio, los autores consideran necesario administrar dosis más elevadas de tratamiento anticoagulante, como la heparina, como profilaxis en los pacientes con COVID-19 grave en la UCI. “Sabiendo que tienen un riesgo elevado de trombosis, y teniendo en cuenta que hemos observado pocos casos con hemorragia, sería necesario administrar heparina en dosis más elevadas de lo habitual en estos pacientes, ya desde el momento del ingreso, para evitar que haya complicaciones graves más adelante”, destaca el Dr. Secundino Llagostera, jefe del Servicio de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol. Actualmente, existen ensayos clínicos en marcha, donde participan los hospitales Vall d’Hebron y Germans Trias i Pujol, que permitirán valorar la dosis de heparina más adecuada en estos pacientes, para equilibrar el riesgo de trombosis y el de hemorragia.

Finalmente, el trabajo también estudió los niveles de D-dímero en sangre en los pacientes, un marcador que se relaciona con la presencia de trombosis. Los resultados mostraron que unos niveles más altos de 1500 ng/mL de D-dímero permitirían distinguir aquellos pacientes con tromboembolismo venoso y con más riesgo de desarrollar complicaciones. Este análisis requiere prudencia a la hora de interpretarlo, ya que el hecho de que esté aumentado no significa necesariamente que haya una trombosis, sino que tiene que ir acompañado de una sospecha clínica.

La principal limitación del estudio que explican los autores es el hecho de que se llevó a cabo en un momento crítico de la pandemia que dificultó hacer un seguimiento en profundidad de todos los pacientes durante su estancia en el hospital.

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