¿Cómo se hace?
El equipo sanitario que realiza la prueba accede a las arterias de los pacientes mediante unos tubos largos que permiten llegar a casi cualquier parte del cuerpo, los llamados catéteres. Para hacerlo, es necesario pinchar la arteria o practicar una pequeña intervención quirúrgica. Habitualmente, se utiliza la arteria femoral, en la zona de la ingle. En algunos casos, se puede pinchar la arteria humeral, situada en el brazo o en la axila.
A través del catéter, se inyecta un contraste radiológico que se difunde por las arterias y permite ver cómo estas funcionan mediante rayos X. La punción se realiza con anestesia local, para evitar molestias.
Generalmente, la prueba dura de 30 a 60 minutos y, al finalizar la exploración, se coloca un apósito compresivo. Una vez terminada la prueba, los pacientes deben hacer reposo en la cama durante un periodo de 6 a 24 horas, según las indicaciones médicas.
Riesgos
Como cualquier tipo de acto quirúrgico, la arteriografía comporta una serie de consecuencias y posibles complicaciones, normalmente menores, que desaparecen o mejoran con el tiempo.
- Hematomas en el punto de la punción o incisión. Dolor local.
- Los asociados a la anestesia.
- Complicaciones derivadas del uso de contrastes radiológicos, como reacciones alérgicas.
- Disecciones u oclusiones de las arterias manipuladas que pueden requerir tratamiento con anticoagulantes o una intervención quirúrgica.
- Lesiones nerviosas o venosas debidas a la punción directa de estas estructuras durante la prueba.
- Problemas relacionados con la colocación del dispositivo y posibles desplazamientos.
- En caso de hemorragia, pueden ser necesarias transfusiones de sangre o hemoderivados.